Florentino, engordaste"... Dijo un parroquiano al ver al entrenador del Madrid en el área técnica. El partido ya había gastado unos minutos y era evidente que el Real traía dos sistemas: de medio campo hacia atrás lo gobernaba Benítez, hacia adelante el ser superior del Presidente. La imagen del míster se difuminaba en la distancia. Como su equipo. Enfrente, el Sporting era perfectamente reconocible. Ordenado, aguerrido, sudoroso, competitivo intenso, con las ideas claras sobre el campo, sin libreta, con la lección aprendida, las cuatro reglas de memoria, como la pasada temporada. Puro orgullo. Podría ser un partido de Segunda, pero en Primera y ante todo un Real Madrid. Sin complejos y con idénticos resultados.

Apenas habían transcurrido unos minutos y Bale se empareja con Lora en la banda izquierda del ataque madridista. Era una imagen bíblica. De trascendencia conceptual. El Gulliver con coleta de samuari ante el liliputiense. ¿Cómo se defiende eso? Igual que ante el Numancia, el Betis o el Zaragoza la pasada campaña. El Sporting saca la pizarra de Abelardo y el entusiasmo general que se transmite en un viaje de ida y vuelta del campo a la grada. La cesta tiene los mismos buenos mimbres, a los que habrá que sumar la nueva calidad, aún por demostrar. Ya se verá.

La orquesta sigue sonando bien y despacha una primera parte de sinfonía perfecta. El Sporting tutea al Madrid e incluso le disputa el balón. En una posesión da más de veinte pases para culminar un ataque. El entusiasmo se dispara. Atronan los cánticos. ¡Sporting, Sporting, Sporting! Y le siguen los clásicos. "Así, así, gana el Madrid", cuando el único tanto del partido es anulado. Para los sportinguistas fue gol claro, los madridistas sigan sacando el centímetro de medir y buscando sombras y ángulos. El arbitro parece sacado del pasado: ante la duda, a favor de los visitantes, es ese estilo sibilino de las faltas de medio pelo que siempre favorecen al contrario. En las decisiones importantes, repartió cartas...

La primera parte fue un concierto rojiblanco. El Sporting estuvo perfecto. Pudo irse al vestuario ganando. Le hurtaron la victoria parcial. El Madrid mostró su orden atrás con el esquema de Benítez, el barullo adelante con la libertad que hay que dejar para que Florentino intente rentabilizar y justificar los cien millones de Bale. Todos al montonín, hay calidad suficiente para avasallar. A no ser que enfrente haya un equipo como el de Abelardo y la suerte y la puntería no acompañen.

"Florentino, engordaste", vuelve a repetir un parroquiano mientras Benítez apunta y apunta en su libreta, y Abelardo de memoria da alguna orden a los suyos. Los minutos pasan y en la segunda parte los millones del Madrid inclinan el campo. Cualquier combinación, robo de balón u oportunidad atajada a los blancos por los gijoneses es jaleada con clamor. Se repiten los cánticos e incluso se arrancan en un par de ocasiones con el himno completo del Sporting. Cuéllar se pone el traje de faena. Cristiano despliega todo su muestrario de fallos acompañados de protestas y muecas que ya casi nadie atiende. Bale recorre el campo de lado a lado como uno de los siete samuaris perdido en la batalla.

La etiqueta de faena épica se pone porque enfrente está el Madrid, si no podría haberse despachado como un partido más de la temporada en Segunda camino del ascenso ante uno de los rivales directos. Queda por ver si basta para aguantar en Primera. Bien vendrán los nuevos mimbres del cesto. El Sporting pudo ganar o empatar. Por la derrota poco se temió, pese a la ofensiva madridista. Tiene las ideas tan claras como la camisa blanca de Abelardo. Comenzamos la liga con un punto, como el Madrid. No es mal principio. Benítez hizo los deberes en defensa, el Presidente todavía tiene que organizar el ataque. Acaba el partido y suena una estruendosa ovación seguida de cánticos. Pero no fue en el Molinón, sino en un sitio de nombre tan castizo como "La puerta del sol", en Llanes. La escena se repitió por cientos de bares de Asturias. Y cuando Benítez, cabizbajo, guardaba su libreta se volvió a escuchar: "Florentino, engordaste".