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Ni tanto ni tan calvo

El Oviedo, ante el reto de una categoría muy complicada

Anda el oviedismo pelín mosqueado porque en el vestuario de Mendizorroza no hubo gritos, ni adrenalina, y en quince minutos el Alavés encarriló una victoria ante la condescendencia y hasta pasividad del once azul. Es fútbol. Se puede ganar, perder o empatar pero la actitud importa, y mucho, en un club que todavía no hace muchos años cayó al pozo de Tercera por deméritos deportivos cuando algunos todavía vendían que con un par de buenos refuerzos en el mercado de enero el ascenso al fútbol profesional era posible... Sí, las hemos visto de todos los colores en esta travesía del desierto. Y hablando de colores la camiseta rosa tampoco es que ayude mucho cuando el imaginario colectivo prefiere un discurso a lo Braveheart; que a casi todos nos pone más la arenga de un Mel Gibson con la cara pintada de azul y blanco que una declaración de buenas intenciones con fondo rosa chicle. Con todo y con eso, los goles no se marcan a gritos ni a golpes de pecho en el vestuario porque en ese caso los equipos de Carlos Aimar se saldrían de la tabla y tampoco fue así; ahora bien, molesta encajar un gol con un simple pase bombeado que sorprende a unos defensas curtidos en mil partidos, aunque nunca hayan jugado juntos, o que nos metan un gol de cabeza en el área pequeña. Entonces el reproche tiene menos de estética y más de falta de concentración, para evitar que se vuelvan a repetir a menudo despistes que al final de los noventa minutos salen cada vez más caros.

Actitud y sentido común en todos los estamentos del club no están de más en un Real Oviedo que vuelve al fútbol profesional doce años después. No sé si será la mejor plantilla de la categoría, ni siquiera si la plana mayor azul basa su política de fichajes en estrategias tan revolucionarias como la que Billy Beane aplicó en el béisbol. A bote pronto, los fichajes acumulan mucha experiencia en la categoría, las bandas ofrecen verticalidad pero la plantilla está corta de organizadores, una temporada de 50 partidos puede hacerse demasiado larga con sólo Font y Bedia en tareas de creación. De lo que hay sobradas pruebas es que contar con los mejores jugadores no garantiza éxitos. El fútbol está plagado de plantillas galácticas que no se comieron un rosco, ahí están el Barça de Maradona o Schuster, el Real Madrid más caro de la historia o, sin ir más lejos, el Oviedo millonario al que tanto le costó salir de Tercera... También está archicomprobado que el elogio debilita, sobre todo en el deporte profesional. Todo son halagos para la plantilla configurada por el Real Oviedo en su esperado regreso al fútbol profesional, sobre todo por parte de los rivales de turno, primero de Luis Milla, luego de Pepe Bordalás y ahora de César Sampedro pero no es más que otra fórmula más de estimular a sus propios jugadores. Cuentan que Eto'o hablaba especialmente bien de los centrales a los que se enfrentaba, al verse las caras sobre el terreno palmaditas y buen rollo pero a la mínima les birlaba la cartera sin miramientos. Pues eso.

Aunque suene a tópico la Segunda es una categoría tremendamente complicada. Las dos primeras jornadas han ofrecido partidos con un ritmo, presión y calidad muy altos y en muchos casos incluso mejores que los vistos en Primera División. No queda otra que adaptarse rápidamente, no perder la comunión entre equipo y afición y mirar adelante sin dejar caer en saco roto todas las lecciones aprendidas a golpe de fracasos y desengaños, cuando éramos los mejores en julio y agosto pero llegábamos a mayo sin cumplir los objetivos. Toda la masa social del Real Oviedo quiere volver a Primera División, el hábitat natural de un club que está ente los veinte mejores después de 84 años de fútbol en España pero ahora toca asentarse en el fútbol profesional y hacer las cosas bien en todos los órdenes, de los despachos a los campos de entrenamiento, desde la elección de los capitanes hasta el respeto que la afición debe tener con el rival de turno. Las urgencias tienen que haber quedado en Tercera y Segunda B.

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