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Jugadas cruciales

El amor propio de los rojiblancos les salvó ante un Granada que con un Success estelar tuvo el triunfo en sus manos

Empatar en el último segundo un partido que minutos antes parecía irremediablemente perdido tuvo anoche en El Molinón la apariencia de un milagro. Pero más que en ese milagro posible, el Sporting creyó en sí mismo. Ese amor propio fue el que le salvó anoche ante un Granada que durante muchas fases del partido había sido claramente superior. Y lo hizo en mucha mayor medida quizá de lo que supone rescatar milagrosamente un punto, porque hay resultados que van más allá de lo que contabilizan aritméticamente. El gol a la heroica en el último segundo puede tener un valor impagable para el equipo rojiblanco. Si buena parte del encuentro había sido para el Sporting una lección dolorosa y hasta humillante, salir de ella con apenas unos rasguños y la estima recrecida es una fortuna. Sobre todo si, después del susto, sabe asimilar esa lección, algo que implica no sólo a los jugadores sino también a su muy justamente elogiado entrenador.

LA LECCIÓN

DEL GRANADA

Durante buena parte del encuentro el Granada de Sandoval desarboló al Sporting. Los granadinos encapsularon a Halilovic y cortaron las líneas de pase de los centrocampistas rojiblancos, que se cansaron de perder balones en imposibles envíos verticales. El Sporting perdía el balón con facilidad y el Granada lo utilizaba de forma mortífera. Los rojiblancos, confundidos, pasaron a confiarlo todo a las soluciones individuales, que también resultaron un fracaso. El supuesto partido de la confianza, ante el colista, se fue convirtiendo en un duro trago. Fue entonces cuando, si no el orgullo, la abnegación y el sacrificio, devolvieron al Sporting al camino de la eficacia, que es siempre el bueno.

PÉRDIDAS ONEROSAS

Todo había empezado, sin embargo, bajo los mejores auspicios para los rojiblancos, con un gol muy temprano, en el que esa estrategia, que evidentemente trabaja mucho el equipo, le rindió buenos resultados, tras un saque de esquina forzado a su vez en un saque de banda, con Bernardo como hombre clave. Pero una vez más el Sporting desaprovechó la ventaja que en el fútbol actual da el adelantarse en el marcador. Los dos primeros goles del Granada llegaron como consecuencias de fallos rojiblancos que el equipo andaluz supo aprovechar. El 1-1 tuvo su origen en una pérdida de balón de Canella en la banda izquierda, en zona de ataque del Granada. En el 1-2 quien perdió el balón fue Sergio, muy metido en campo andaluz. Fueron pérdidas realmente onerosas.

SUCCESS LO HIZO BUENO

Quizá no lo hubieran sido tanto de no contar el Granada con un recaudador realmente ejecutivo. En las alineaciones figura como Success, aunque en su camiseta pone S. Isaac. Este nigeriano cedido por el Udinese, dueño en realidad del Granada, se convirtió en un problema insoluble para la zaga sportinguista, ya apareciera por la derecha o por la izquierda, si bien Lora fue su principal víctima. Impresionante de velocidad y también de habilidad, participó en los tres goles, alcanzando el culmen en el segundo, por la forma de prepararse el disparo y la inapelable manera en que fue capaz de ejecutarlo.

DOS FORMAS DE JUGAR

Si en el primer tiempo el Sporting, una vez que el Granada neutralizase su ventaja inicial, transmitió una sensación de impotencia, de no saber en realidad a qué jugaba, en la segunda parte supo ser, si no brillante, al menos coherente. Y lo siguió siendo después de recibir un 1-3 que tenía todas las trazas de inapelable. Su mayor mérito entonces fue no bajar los brazos. Pero también, un cierto pragmatismo. Luchar por cada balón como si la vida fuera en ello y luego tratar de llevarlo al área contraria de la forma más segura posible. Halilovic se situó en la banda derecha, para combinar en corto o centrar, o buscar alguna improbable diagonal. Y los laterales se sumaron al ataque cuanto pudieron. El riesgo era dejar espacios al contragolpe que el Granada había demostrado que sabe ejecutar con maestría. Al final la apuesta rojiblanca se hizo radical, mientras el Granada se mostraba dispendioso. Perdonó, por arrogancia o inconsciencia el 1-4 y Sandoval, magnánimo, retiró a Success, terror de la defensa sportinguista. El gol de Nacho Cases reafirmó en el Sporting la fe en el milagro. Y el milagro se produjo. Llegó, como no podía ser de otra manera, tras un saque de banda larguísimo de Luis Hernández.

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