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Abelardo: naturalidad contra fariseísmo

Se está hablando mucho, a veces con demasiada superficialidad, de la forma que tiene el entrenador del Real Sporting, Abelardo, para expresar y manifestar las cosas. A más de uno no le gusta su forma de encarar las diversas situaciones que se presentan y se viven en un vestuario. Resulta paradójico que se piense así, cuando estamos más que hartos de que en las ruedas de prensa que realizan la mayoría de los técnicos, repitan siempre las mismas frases y nos comenten los mismos libretos sin sentido casi siempre. Tratan de no comprometer su situación, y de mantenerla cueste lo que cueste, no arriesgando con declaraciones que a veces ni ellos mismos tienen claras. Por eso existe, para diferenciar a unos entrenadores de otros, lo que se llama personalidad.

Los estudiosos de psicología se esfuerzan continuamente en buscar en sus trabajos de investigación la forma de catalogar los distintos parámetros que hacen diferenciar a los humanos en este apartado. Precisamente, lo único que tienen definido es que a los seres vivos lo que les distingue entre sí, es precisamente eso: la personalidad. Raro encontrar dos personalidades iguales, dicen. Descubrir los patrones para sustentar esto, es sumamente difícil y es la batalla que los aplicados tienen como objetivo.

Por ello, que una persona sea distinta y diferente, en esta tan complicada profesión de entrenador, en la que la mayoría andan unos a otros usurpándose la monotonía en sus declaraciones, debería ser motivo de loas y agradecimiento a quien es opuesto a ello. Pero mucho me temo que puede llegar el momento en que Abelardo se canse de ser sincero, verdadero, noble, abierto, y pase a unirse a la pléyade de voceros que nunca dicen nada, y lo que es peor, mas de una vez, incluso, se desdicen a sí mismos. Pensemos, sobremanera los destinatarios de algunas de sus palabras, que lo que más necesita el ser humano es que se nos obligue a hacer lo que sabemos, ya que es preferible que se nos moleste con la verdad, y no complacernos con halagos y alabanzas, ya que de esto no sacaremos enseñanzas válidas para el futuro.

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