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De cabeza

El taconazo de Madjer

En el viejo Tartiere tuvimos ocasión de disfrutar del juego del argelino en el Mundial de 1982

La vida siempre se relativiza por su lado más negativo. Creer que el año 2004 fue nefasto para el oviedista porque vio a su equipo en Tercera no deja de ser una frivolidad si pensamos que el once de marzo de ese mismo año quedó marcado en la memoria de todos nosotros por los terribles atentados de Atocha. Pienso en ello estos días de nefasta resaca de los atentados de París. Fútbol, música, comer: tres de las formas más habituales en que solemos pasar nuestro tiempo libre fueron objetivos de los terroristas. El mundo del fútbol, a menudo bajo sospecha por vivir en un planeta paralelo, trata de justificar que si continúa con su hoja de ruta es precisamente para demostrar que ningún desalmado va a alterar nuestro modo de vida.

El fin de semana posterior al once de marzo de 2004, la Liga se jugó igual. Recuerdo que fue una decisión que generó no poco debate. Pero se manejó un argumento de urgencia: no hay mejor homenaje a los fallecidos que seguir viviendo.

Trato de informarme como cualquier otro ciudadano y me inquieta comprobar algo que se repite constantemente en estos casos: a problemas complejos nos apresuramos a ofrecer soluciones simples. Entre confusión, perplejidad y rabia van surgiendo datos: el primer terrorista identificado es un francés de origen argelino. Y permítanme la simpleza, pero cómo cuesta asumir que tenga el mismo origen que, por ejemplo, Zinedine Zidane, ídolo de tantos jóvenes: como aquel que murió bajo la brutalidad del 11 M y que sus amigos pidieron que fuese enterrado con la camiseta del diez del Madrid.

Entre confusión, perplejidad y rabia crecen, como flores enfermas, los prejuicios, los tópicos, las tablas rasas. Argelia es un país que ha tenido héroes incruentos, que encontraron en el fútbol su forma de decantar esa absurda guerra de culturas. Uno de ellos se llama Rabah Madjer, al que se considera el mejor futbolista de la historia en Argelia. En el viejo Tartiere engalanado para el Mundial 82 tuvimos ocasión de disfrutar de su juego defendiendo la camiseta de su país. Aún se recuerda la buena sensación que provocó aquella Argelia que luego fue apeada del campeonato por una bochornosa alianza de civilizaciones entre Austria y Alemania.

Sus actuaciones le sirvieron para acabar fichando por el Oporto, uno de los grandes de Europa. Con el equipo portugués confirmó lo que dijo Maradona: "la pelota siempre da revancha". En la final de la Copa de Europa de 1987, contra todo pronóstico, el Oporto derrotó al Bayern Munich por dos goles a uno. Comenzaron marcando los alemanes pero empató Madjer con un gol de tacón. La cosa no tendría tanta gracia si en la previa al partido el entrenador alemán Udo Lattek no declarase ufano que se iba a demostrar la superioridad del fútbol del norte sobre el fútbol del sur. Quién imaginaba que a los Rummenigge, Mathäus, Brehme y compañía los fuese a derrotar el taconazo de un argelino junto al talento de un tal Paulo Futre.

En días como estos pongo mi esperanza en el ejemplo de personas como Zidane, en el recuerdo de Madjer, en el respeto del público del Tartiere al minuto de silencio del pasado domingo o en el pensamiento de Albert Camus, exportero del Racing de Orán, quien dijo aquello de que "yo me siento más solidario con los vencidos que con los santos. Lo que me interesa es ser hombre."

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