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El observatorio

El peor chaparrón, el Levante

El Sporting, lejos de su imagen de equipo compacto y solidario, fue puesto en evidencia por el colista

Un Sporting irreconocible fue arrollado en El Molinón por un colista a costa del cual pensaba medrar. De los tremendos chaparrones que cayeron a lo largo de la mañana, ninguno fue tan feroz como el que sufrió el equipo local a costa del Levante, un equipo que hasta ahora no había ganado a domicilio pero que, como el tiempo, pareció haber reservado todas sus energías para descargarlas de golpe en El Molinón. Los valencianos jugaron muy bien, sobre todo en el primer tiempo, y tuvieron en los momentos adecuados la suerte necesaria para concretar en goles su superioridad. Al Sporting le ocurrió lo contrario: jugó mal y la suerte le volvió la espalda en los momentos clave. La derrota, por su magnitud y por la forma en que se produjo, puso en evidencia a los rojiblancos y los aboca a una incertidumbre que deberán despejar cuanto antes si no quieren verse envueltos en problemas graves. Y no parece que la respuesta tenga otra salida que la de intentar volver a ser el equipo compacto y solidario que ayer se transformó en un grupo voluntarioso, sí, pero tan poroso como confundido.

Otro equipo

Lo ideal para un equipo es contar con dos jugadores equivalentes por puesto. No es el caso del Sporting, que tiene una plantilla corta, con varios jugadores singulares. Uno de ellos es Sergio, un hombre clave en el equipo por su vitalidad y también por su capacidad de iniciativa, cuya larga baja va ser difícil de suplir. Seguro que para nadie esa baja constituye mayor problema que para Abelardo, que, a falta de otro jugador de sus características, tendrá que inventar una solución más compleja que la mera sustitución de un jugador por otro. Mascarell, sustituto ayer del avilesino, es un buen futbolista, con solvencia técnica y contundencia, pero que cubre mucho menos campo que Sergio y proyecta, al menos por ahora, menos influencia. Hay, pues, un déficit y se precisa compensarlo. En la alineación inicial del Sporting no figuraba el remedio para ese problema. O, si figuraba en teoría, no se notó en la práctica. Descontado que Halilovic no es, ni quizá vaya a ser, un depredador, poner a su lado a Hugo Fraile, que tampoco tiene mucho de jugador de brega, no parece que fuera una buena elección. Y, aunque no fuera la única causa, contribuyó a que el Sporting perdiera en seguida el centro del campo y, con él, el control del partido. Los goles que fueron cayendo en la portería de Cuéllar acentuaron las carencias.

Un Levante ambicioso

Frente a las dudas del Sporting, el Levante dio la sensación de tenerlo claro desde el principio. Con Simão como pivote y cuatro centrocampistas muy móviles y maniobreros por delante, que buscaban a un atrevido Deyverson, el equipo de Rubi diluyó al Sporting durante el primer tiempo, creando peligro ante su portería mientras mantenía a salvo la propia. Cuando a los 25 minutos el Levante consiguió su segundo gol, el Sporting no había disparado a puerta ni una sola vez.

Y con la suerte necesaria

El Levante tuvo además el porcentaje de suerte que hace buenos los méritos. Sus tres goles, todos en el primer tiempo, llegaron tras jugadas de estrategia y nunca en primera instancia sino tras algún rebote. En el primero Cuéllar rechazó el cabezazo de Navarro y luego el balón flotó ante la portería antes de que lo cazara Deyverson a bocajarro. El segundo estuvo también precedido de una buena parada de Cuéllar, ahora tras una falta muy bien sacada por Morales, con gran mérito de los dos porque en esos momentos caía el Diluvio. Tras la estirada de Cuéllar el balón fue al larguero y, tras botar, Luis Hernández lo tuvo ante sí para despejarlo, pero el siempre seguro central rojiblanco dio al aire y permitió así que Feddal pudiera rematar a placer. Y el tercer gol, al filo del descanso, llegó en un córner mal defendido por la defensa gijonesa, del que, también tras varios toques previos, se benefició Deyverson desde el segundo palo.

El Sporting, negado

Con Carlos Castro en vez de Hugo Fraile, el Sporting afrontó el segundo tiempo a la espera de un posible milagro. No lo buscó con demasiada lucidez, pues le faltó un mínimo de paciencia para llevar el balón a las bandas. Bernardo, por ejemplo, se equivocó reiteradamente al buscar atajos imposibles, con balonazos largos y frontales que la defensa levantinista agradeció porque se los quitaba de encima sin ningún problema. Aun así, el Sporting tuvo su oportunidad de meterse en el partido, o al menos de intentarlo, cuando el árbitro señaló penalty en una caída de Carlos Castro ante Toño García. Pero los rojiblancos desaprovecharon por dos veces tan significada oportunidad. La primera, cuando Jony ejecutó la falta con poca fuerza y dejándose ver, lo que dio opción a que Rubén rechazara la pelota. Y la segunda cuando Carlos Castro, tras llegar con ventaja al rebote, se llenó de balón y lo mandó a la grada en vez de asegurar el gol con el toque suave y preciso que la situación requería. No era su día, pues en el minuto 41 perdería un mano a mano con el portero levantino en el que llevaba todas las ventajas.

Aplausos y pitos

La afición rojiblanca soportó la decepción con estoicismo, e incluso con generosidad hacia los suyos. Tras el segundo gol del Levante llegó a corear el nombre del Sporting. El aliviadero de su enfado descargó sobre Jony, a quien silbó al ser sustituido, quizá como castigo a no haber acertado en el lanzamiento de penalty. No fue justo, pues Jony no fue precisamente de los peores. En el primer tiempo entró varias veces con peligro por la izquierda, pero sin encontrar rematador a sus centros, alguno tan bueno como el que puso el balón a pies de Halilovic en el minuto 12. Fue excelente una colada suya en el minuto 13 del segundo tiempo, a cuyo centro no llegó Sanabria porque resbaló en el momento culminante. Y también Sanabria fue el destinatario de un centro de Halilovic desde la derecha. El paraguayo, más voluntarioso y luchador que acertado durante un partido que hubo de resultarle muy incómodo por la falta de apoyos, intentó entonces un espectacular remate de chilena; pero no le salió. Esta falta de acierto en los momentos decisivos fue el sino del Sporting en un partido decididamente infortunado.

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