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Mario Antuña

Siempre hacia adelante

Mario Antuña

Más Copa para la Liga

Qué bien puede saber una copa. Pero su exceso deja el amargo despertar de la resaca. En el fútbol, la Copa del Rey se juega siempre con excesos y puede acabar tanto en un entusiasmo espirituoso como con un agrio sabor. El Molinón vivió el martes una clásica tarde de copa que pasó por todas sus fases reglamentarias: alegría, exaltación de la amistad, cánticos regionales y.... el malestar de una derrota. No fue un dolor agudo y punzante de cabeza. Más bien resultó un tanto complaciente. Y hay quien piensa que en la Liga bien se podría tener el espirituoso entusiasmo de la Copa.

Fue un partido para brindar por el buen juego de ataque, en el que sólo faltó la efectividad del remate; por la prometedora recuperación de Alex Barrera, otro fichaje de invierno junto al de Ndi, y los redescubrimientos de Rachid y Guitián; la exhibición de Halilovic; o el juego a lo Cruyff con tres defensas en una fase de la segunda parte.

Pero también fue un partido para lamentar la endeblez defensiva, no ya cuando el partido se había desmelenado, sino desde el principio; la cortedad de mangas de Alberto en el primer y tercer gol del Betis; el escamoteo otra vez de un penalti, el cometido a Carlos Castro, que hubiera puesto el 4-1 en el marcador y en franquicia la eliminatoria (aún me dura el cabreo por el pitado en contra ante el Sevilla); y la escasa contundencia rematadora, desesperante cuando los balones llegan con claridad al área rival.

Cuando uno se va de copas también es necesaria una pizca de suerte para ligar. Y al Sporting la suerte le hace la cobra tanto en la Copa como en la Liga. Dos veces el portero bético tuvo la fortuna de parar de tacón un disparo de Alex Menéndez y después el remate de uno de sus centrales a bocajarro. Hay que dejar en el presupuesto un apartado destinado a pitonisas, hados, magos o druidas para que al equipo, más que el agua, le pasen el Cantábrico.

Fue un clásico partido copero: divertido, vistoso, emocionante y, por desgracia, al final, resacoso. Quizá no estaría mal afrontar la Liga con el entusiasmo espirituoso de la Copa. O no, que diría Rajoy.

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