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Mario Antuña

Siempre hacia adelante

Mario Antuña

Realismo mágico

Las preocupantes declaraciones de Abelardo que provocan desánimo

El Sporting ha bajado los brazos de forma ostentosa y han saltado las alarmas. Lo ha hecho el equipo en los dos últimos partidos, ofreciendo una imagen triste e impotente, alejada de la solvencia y competitividad que fueron hasta ahora su marca de identidad. Y lo que para mí es más preocupante, el entrenador también ha ofrecido muestras de desánimo. Sus declaraciones de las dos ultimas semanas, tras los partidos contra el Éibar y el Getafe, son más desalentadoras por el tono que por el contenido. Se mostraba alicaído y desalentado...

La cuesta de enero va camino de convertirse en una sima abismal. El calendario no es nada propicio, como si alguno lo fuera ya visto lo visto. Era sabido que el camino por Primera sería tortuoso y la permanencia un milagro, como lo fue en Segunda. Conocíamos también que el Sporting es el único equipo que no compite en igualdad de condiciones. La caprichosa sanción del nacional futbolismo del presidente de La Liga de Fútbol Profesional impide al club realizar fichajes. Y digo caprichosa porque, insisto, desconozco en qué ley, norma o reglamento de curso legal está recogida. Ojalá peque de ignorante. Cualquier equipo exhibe más fondo de banquillo y luce esplendorosos recambios. Fíjense en el Éibar, descendido por puntos y ascendido por el castigo del Elche, se ha reforzado con una decena de jugadores. Y somos conscientes de que estamos ante una plantilla limitada, con incorporaciones de proyección, pero aún demasiado tierna. Todo esto, con toda su injusticia, era conocido. A punto de completar la primera vuelta, cuando el resto de equipos han cogido rodaje, los desconchones del Sporting son más evidentes y más escuálidos sus resultados. Abelardo ha dado siempre muestras de coherencia y realismo. Cuando mira al campo y al banquillo en un partido, sabe de sobra lo que hay. Sus declaraciones de que la permanencia es una quimera, de que se necesitan refuerzos con urgencia y de que hasta jugando al doscientos por ciento quizá no baste para ganar serían comprendidas por cualquier aficionado.

Pero chirrían en boca del sumo sacerdote del abelardismo, el gran timonel del equipo. Porque las limitaciones y carencias evidenciadas por el entrenador pueden causar más daño que una cadena de derrotas. Y son una peligrosa amar de doble filo. Si pretende arengar a la plantilla, corre el riesgo de hurgar más en sus heridas. ¿Con qué animo saldrán los jugadores el domingo ante el Villarreal? Si pretende acelerar y forzar la llegada de los necesarios refuerzos, sabe que no solo depende del club, sino del capricho de la Liga de Futbol Profesional. Si pretende mostrar al sportinguismo el oprobio y las consecuencias de sanciones injustas, poniéndose las vendas antes de las heridas, tiene que saber que, aunque cerremos los ojos, vemos la desnudez del rey.

Ente la atonía de Sandoval y el exacerbado optimismo de Preciado, Abelardo debe encontrar su realismo mágico. El equilibrio entre la cruda realidad a la que se enfrenta el club, la plantilla y la afición (que ya quedó descrita) y el necesario ánimo para mantener vivas las ilusiones y la esperanza, que son los motores de las piernas y las cabezas en el campo. Si el entrenador baja los brazos, las botas se enterrarán en el césped, y las palmas y los cánticos de aliento se escucharan con sordina. El Sporting ha demostrado que puede competir, aunque sea hasta la derrota final. Pero el descenso estará más lejos si la magia es capaz de cambiar la realidad. Aunque suene a cuento de Navidad.

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