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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

"El banquete" o "Del fútbol en el bar"

Los distintos personajes que uno puede encontrarse durante las retransmisiones televisivas

De acuerdo. Un bar lleno de futboleros viendo un partido en el televisor no se parece en nada al grupo de poetas, escritores, médicos y filósofos que se reúnen para beber y hablar del amor en "El banquete" de Platón. O sí. No conozco ningún bar frecuentado por futboleros en el que falte un poeta hablando de la utilidad del fútbol como Fedro hablaba de la utilidad de Eros en el diálogo platónico, o un Pausanias explicando cuándo debe consentir el amado una relación con un equipo de fútbol, o un Aristófanes que imagine futbolistas con cuatro piernas, o un Erixímaco analizando las maneras de actuar para dosificar el amor al fútbol, o un Agatón que identifique a Eros con la poesía del gol, o un Sócrates que defienda que el futbolero, como Eros, es hijo de Poros y Penía, así que por un lado es duro, seco, descalzo y sin hogar cuando su equipo pierde, y valeroso, audaz, impetuoso y sagaz cuando su equipo gana, y tampoco conozco un bar sin su particular Alcibíades especializado en irrumpir en una fiesta con un par de vinos de más. Así que sí, un bar lleno de futboleros se parece al "Banquete" de Platón pero con más personajes.

El monologuista. Mientras todos ven el partido y discuten cada jugada, el monologuista va a su bola y desarrolla su teoría a lo largo de 90 minutos, sin importarle que nadie le preste atención. El monologuista no habla del partido, sino del fútbol. Es un filósofo. Cuidado con mirarle a los ojos: el monologuista entenderá que usted le está escuchando y ya no se lo podrá quitar de encima.

El narrador-comentarista. En los bares hay tanto ruido que es imposible escuchar a los narradores y comentaristas televisivos, pero eso no es un problema porque todos los bares tienen un narrador-comentarista que no sólo narra la jugada sino que, además, la comenta. ¿Cómo puede hacer las dos cosas a la vez? Mucha práctica y una habilidad parecida a la del ventrílocuo, puesto que el narrador-comentarista de bar suele cambiar el tono de voz según esté narrando o comentando, de forma que un oído no entrenado puede llegar a creer que el narrador-comentarista es en realidad dos personas.

El "a priori". Este personaje siempre dice lo que va a ocurrir antes de que ocurra. Ve el penalti antes de que haya penalti, sabe que un futbolista va a chutar antes de que chute, grita "¡gol!" antes de que el balón entre en la portería, insulta al árbitro antes de que cometa un error, propone un cambio de juego antes de que el futbolista decida cambiar el juego y sugiere al portero que pare un balón al grito der "¡párala!" antes de que el balón vuele hacia su portería. El "a priori" no siempre acierta, pero nadie se da cuenta porque él siempre está hablando de lo que va a ocurrir un segundo después.

El "a posteriori". Complementario del anterior, este personaje está especializado en hablar de lo que pasó como si el resto del universo estuviera ciego y sordo. Así, el "a posteriori" se dirigirá a usted para decir que hubo falta después de la falta, mano después de la mano, fuera de juego después del fuera de juego y le mantendrá constantemente informado del resultado del partido y del minuto de juego. Por ejemplo, dirá "vamos ganando uno cero, pero todavía quedan quince minutos" cuando su equipo vaya ganando 1-0 y falten quince minutos para que acabe el partido.

El supercrítico. Para el supercrítico nadie hace nunca nada bien. Nadie. Nunca. Nada. Si Messi marca tres goles, es porque es un chupón, pero si no marca ninguno es porque está acabado. Si a Domènech le marcan un gol por la escuadra en el último minuto después de haber hecho ochenta y siete paradas maravillosas, el supercrítico dirá que hay que estar más atento y que el club le paga para detener los balones que van a la escuadra. Un caño es una jugada para la galería, un pase perfecto en el centro del campo al pie del compañero es de cobardes porque el futbolista prefiere no arriesgar, un patadón del defensa al despejar un balón es un insulto al fútbol y un defensa que no da patadones es un chulo y un sobrado. Por supuesto, ningún partido de fútbol merece la pena.

El apodador. Los futbolistas profesionales llevan su nombre en la camiseta, pero eso no es obstáculo, cortapisa o valladar para el apodador. El apodador inventará un apodo para cada futbolista y lo irá gritando en cada jugada, casi siempre alargando la última sílaba del apodo. Sería algo así: "¡Vete pa tu casa, pelamanillaaaaaaaas!" (a Iniesta cuando falla un pase); o así: "muévete un poco Obéliiiiiiiiiiiiiiiiiiix" (a Benzema en un mal día del madridista).

Hay más, pero los dejamos para otro artículo.

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