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El observatorio

Buen Rayo no te parta

La valentía y la calidad del conjunto madrileño hicieron que el empate se convirtiera en un buen resultado para el Sporting

Por segundo partido consecutivo el Sporting hubo de conformarse con que un triunfo necesario se convirtiera en un empate conveniente. Si seis días antes, frente al Deportivo, la igualada pareció un mal menor, anoche ante el Rayo el empate casi supo a gloria, después de que los vallecanos estrellasen dos remates en los postes en los últimos diez minutos de un partido que terminaron en campo rojiblanco buscando resueltamente la victoria. Pero el resultado de ayer seguramente no vale lo mismo. De hecho con él el Sporting pierde el goal-average frente a un rival directo en la lucha por la permanencia, aunque, viendo el atrevimiento, por no decir la valentía, no exenta de calidad, con que juega el equipo de Paco Jémez, bien parece que sus aspiraciones pican más alto que las de salvarse de esa quema de la que trata de huir el de Abelardo.

De más a menos

Una vez más, el Sporting tuvo la fortuna de encauzar pronto el partido a su favor, con un gol madrugador que además fue afortunado, pues medió un grave fallo defensivo rival. Pero, también una vez más, no fue capaz de controlar el juego imponiendo el que más le convenía. Si en el primer tiempo tuvo ocasiones y fue quizá más peligroso que su rival, se debió más a aciertos individuales que al peso del juego colectivo. En el primer tiempo tuvo incluso capacidad de reacción para sobreponerse al empate del adversario, lo que no ocurrió en otros partidos. En la reanudación, tras una buena salida, fue a menos. Devolvió el regalo del primer gol con un grave fallo de Cuéllar y los aciertos individuales ya fueron menos y no resultaron decisivos. El equipo mantuvo el carácter, el que le da Sergio, por ejemplo, o Luis Hernández, o Isma López, y al que se suma Rachid, pero sólo fue suficiente para no perder, aunque fuera con ayuda de la suerte.

Jony, huracanado

Para Jony el partido tenía a priori más dificultades de las habituales, una vez que trascendió que su futuro no pasa por el Sporting. Pero el público no se lo tuvo en cuenta, quizá porque él mismo se ocupó desde el primer minuto de hacérselo olvidar. Entró en el partido como un huracán y se mantuvo así todo el primer tiempo. En el primer gol el fallo fue de su marcador, Quini, pero la presión suya, pues estaba encima. Y su jugada en el gol de Halilovic fue tan efectiva como clarividente. Entre una y otra hubo aciertos de todo tipo, incluidos los de colaboración defensiva. En la segunda parte, quizá cansado, se descentró. Pero hubo de cometer una extravagancia, al intentar un gol imposible desde la mitad del campo, para que oyera la censura de algunos pitos.

Halilovic de nuevo

La rápida constatación de que en Ndi no estaba en condiciones de jugar devolvió al terreno de juego a Halilovic, no para jugar los últimos minutos sino con todo el partido por delante. Le costó entrar tanto como a sus compañeros encontrarle, pero cuando lo hizo fue para marcar la diferencia, no sólo con un gol extraordinario sino con su control del balón, su capacidad para crearse espacios y su precisión en los pases, ya fueran en profundidad o en largos cambios de juego. Es difícil imaginar que a su talento de artista acabe añadiendo la agresividad de un gladiador, aunque sin duda debe mejorar, y mucho, en la lucha por el balón. Pero no menos cuesta verlo, es decir, no verlo, en el banquillo.

Un admirable Rayo

El cuadro vallecano hizo honor a la reputación de equipo valiente y con recursos que le ha dado su entrenador, Paco Jémez. Se sobrepuso a un comienzo que habría hecho dudar a otros equipos y mostró una admirable confianza en sus posibilidades. Plantado siempre muy arriba, bien movido por el incombustible Trashorras, activado por un renacido Pablo Hernández y con un Jezabed siempre peligroso, salió dispuesto a ganar y mantuvo esa opción hasta el último minuto.

Mojarse por el equipo

Quienes conocieron el antiguo Molinón recordarán que los jugadores salían al campo por debajo de la esquina más cercana al Piles, de lo que hoy es la Tribunona. Hoy lo hacen por ahí los críos que se fotografían con el equipo antes del comienzo del partido. Ayer eran ocho. Como siempre, los sacaron a la pradera unos cinco minutos antes de que salieran los equipos. Pero ayer llovía y ellos sólo llevaban encima la camiseta del club; unos, la titular, rojiblanca, y otros la segunda o la tercera. A pie firme aguantaron lo que caía, sin hacer amago de emprender la retirada. Hasta que les hicieron la foto con sus ídolos, o los de sus padres. Seguro que alguno de ellos recordará cuando pasen los años que tal día como hoy empezó a aprender lo que es mojarse por los colores.

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