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El Oviedo de las soluciones

Su forma de explicar las cosas delata a Egea como un hombre lógico, con la sensatez como mejor arma. En la previa al choque ante el Elche, al argentino se le preguntó por las opciones de sistema que tenía y respondió con sencillez: "El 4-2-3-1 nos da mayor posesión y el 4-4-2, mayor pegada". Así de simple, sin artificios. Lo que había que añadir al discurso del argentino es que a estas alturas de temporada, el Oviedo es capaz de competir con los dos registros. Que no son excluyentes a lo largo de un mismo partido. El equipo de Egea es camaleónico, siempre ha sido así desde su llegada. Un conjunto capaz de adaptarse a las circunstancias y al escenario que se le plantee. Ayer el Oviedo se mostró dominador con el 4-2-3-1 inicial y afilado con el 4-4-2 que le terminó dando la victoria. Al principio puso el fútbol y al final la efectividad. A cada problema, el equipo responde con una nueva solución. Y así va cubriendo, una temporada más, su camino al éxito.

Convincente con la pelota

El equipo estuvo más acertado en la primera parte que en la segunda. El Oviedo salió de inicio a mandar, a tener la pelota, a acorralar al Elche. Míchel ha irrumpido con fuerza y Egea ha elegido matizar sus creencias. Al argentino le han comprado un lujoso mueble en enero y ha decidido que reubicando otras piezas de su salón lucirá mejor. Son detalles, los pilares no se tocan. El Oviedo que quiere la pelota también luce. Lo hizo durante muchos tramos de la primera parte, pero falló el gol. Erice y Vila sostuvieron a un equipo que cambió en cada contacto de Míchel con el balón. La irrupción del valenciano promete emociones fuertes hasta el final de temporada.

El mentalista

Como los futbolistas de talento, Míchel intuye y luego ejecuta. La virtud más valorada en muchos medias puntas es saber en qué piensa el compañero. Telepatía balompédica. Conocer si la va a pedir al pie o al espacio; si quiere combinar o finalizar. Míchel, mentalista, entiende los movimientos de Toché como si fueran compañeros de piso. Ayuda las características de cada uno, claro. El valenciano lanza pases de escuadra y cartabón y lo hace a una velocidad endiablada. Dicen que la diferencia entre la élite y los aspirantes a alcanzarla es la rapidez de ejecución. Toché, por su parte, es un adicto al desmarque. Su partido tiene que ver más con los espacios que con el balón. Prefiere tocarlo lo mínimo, y cuando le toque, que sea cerca del área. Míchel y Toché hablan el mismo idioma futbolístico. Egea, atento a los detalles, les ha encontrado sitio en sus planes.

El momento del Elche

La principal virtud del equipo de Baraja es que no chirría en ninguna línea. Son ordenados y firmes, disciplinados sin balón con dos líneas juntas de cuatro hombres. Un muro con pocas fisuras. Sin ninguna concesión a la improvisación, también. El Oviedo tuvo la pelota pero parecía que la decisión del Elche era la de esperar su oportunidad. Los azules fueron muy superiores en la primera parte pero no acertaron ante la meta rival, un camino inverso a la de tantas veces esta temporada. Y en la segunda mitad, las vías se abrieron para el Elche, que encontró su momento en el partido. Baraja tenía el duelo en su punto. La recta final se presentaba con tablas y el Elche sabía que llegaba su ocasión. Fue entonces cuando el Oviedo mutó.

El plan B

Egea miró los planos y cambió el sistema. Entro Bedia, pivote de calidad, por Verdés, central clásico. Ingresó Koné, delantero en busca de su ángel, en lugar de Míchel, depósito en reserva. Apareció en escena el Oviedo directo, el que engaña por el centro, rompe por la banda y mata en el área. Acumular hombres en ataque hace que cualquier pelota suelta sea un peligro. El encargado de derribar el muro fue Koné, pero que nadie obvie a Susaeta como elemento imprescindible de la acción. El extremo controló, rompió a su par y puso un centro con el tacto necesario. Una invitación al éxito. Koné colocó la bota con precisión para batir de una tacada a Javi Jiménez y a la ansiedad anotadora. Daba la impresión de que el tanto aniquilaría la propuesta ilicitana, que se trataba de un "gol partita" de manual: clásico encuentro que finaliza con 1-0. Pero el Elche reaccionó al momento y ahí apareció Esteban para ganar la partida a Isidoro. Ahí, sí, dimitió el Elche. Sucedió entonces algo que el Oviedo no acostumbra a hacer.

Plácido final

El Oviedo mató el partido y, vistos los precedentes, conviene subrayar la novedad. Adiós al 1-0, ese resultado que siempre atrae a los accidentes, resbalones y decisiones arbitrales poco consideradas. El Oviedo siguió atacando porque no sabía otra forma de defender la renta. Bedia centró al área y de la presencia constante de delanteros (el 4-4-2 en su máxima extensión) la pelota acabó en la red. Fue José Ángel sin intención aparente pero podría haber sido cualquiera de los atacantes azules. Antes del final, unos segundos previos al silbido, Hervías definió con eficacia otro pase de Susaeta. 3-0, el Oviedo es tercero con el ascenso directo a una distancia controlada y con la sensación de que tiene argumentos para pelear por lo más alto. Desde la temporada pasada, el equipo de Egea se ha caracterizado por solventar cada piedra del camino sin apenas inmutarse.

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