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Alberto Menéndez

El buen equipo se ve en los momentos difíciles

Tenía que llegar una mala racha. En cualquier deporte siempre acaba apareciendo una mala época. El Oviedo, después de doce encuentros sin conocer la derrota, ha perdido dos partidos seguidos, el de Mallorca y el de ayer ante el Valladolid en el Carlos Tartiere. Han sido dos equipos con solera, históricos, los que han trasladado cierta intranquilidad a los aficionados azules. Pero no es momento de encender las alarmas. Ni mucho menos. El Oviedo continúa en los puestos altos de la clasificación e incluso en las peores situaciones da una imagen si no buena al menos sí de un conjunto que juega siempre con confianza, seguro de sus posibilidades. Y ése es el camino más corto para recuperar las buenas sensaciones que le deben devolver a la senda de los triunfos.

Los buenos equipos se ven, sobre todo, en los momentos malos, que a lo largo de una temporada tan larga y tan dura como es esta Segunda siempre llegan. Caer en el desánimo es lo peor que le podría pasar a la plantilla oviedista y es con lo que tendrá que luchar a lo largo de toda esta semana Sergio Egea. Convencer a sus jugadores de que son un buen equipo y que están en disposición de darle vuelta a la actual situación de forma inmediata. Lo más inminente es Alcorcón. Y luego, la Ponferradina de nuevo en casa, y en una fecha tan relevante como la celebración del 90.º aniversario de la constitución del club.

No es la primera vez esta temporada que el entrenador azul se ve en la obligación de buscar soluciones a los serios problemas defensivos del equipo. Ayer, de nuevo, sufrió en demasía del medio del campo para atrás. Los rápidos contraataques vallisoletanos desarbolaron a una defensa en apariencia demasiado desconcentrada e inconexa, aunque también es cierto que tampoco es que la ayudaran mucho los centrocampistas, algunos de ellos despistados en exceso en algunas fases del encuentro.

Es evidente que el Oviedo es un equipo que disfruta con el juego ofensivo. Y eso es una ventaja tanto para los propios jugadores como para, fundamentalmente, la afición. Pero, claro, cuando te marcan cuatro goles en tu propio estadio es muy complicado salir adelante por muy buenas sensaciones que se tengan en el ataque. Y más cuando, como ayer, no las hubo y se falló más de lo normal ante la portería del equipo contrario.

Dos partidos perdidos no son ninguna tragedia. Es más, tendrían incluso una lectura positiva si le sirven de acicate al equipo para afrontar la trascendental última fase de la Liga.

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