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Pendiente de las próximas entregas

El fútbol actual ignora el medio y largo plazo, ahora solo se premia la inmediatez. Conviene hacer juicios cuanto antes, aunque a la semana siguiente toque cambiar de parecer. Opiniones como cómida rápidad. La irrupción de Zidane como entrenador es un buen ejemplo. Tras ganar al Deportivo (5-0) y al Sporting (5-1) los analistas señalaron el increíble cambio del equipo mientras la afición aplaudía un nuevo Madrid que amenazaba con regresar a la pelea en todas las competiciones. Los jugadores eran una piña, celebraban los goles con efusivos abrazos y, por supuesto, Zidane había logrado llegar a los pesos pesados mejor que Benítez. La alegría había vuelto al Bernabeu. El empate contra el Betis la siguiente semana cambió la corriente de opinión 180 grados: el Madrid volvía a ser un desastre. Ni en Alcorcón el Oviedo fue catastrófico ni ante la Ponfe un vendaval. Ni ahora Generelo es un maestro estratega ni hace una semana era imposible que diera la talla. El Oviedo ha afrontado en dos semanas dos pruebas muy diferentes: el siempre complicado Santo Domingo con un equipo enérgico ha dado paso a la Ponfe, dócil visitante. Quizás sea mejor esperar unas semanas antes de saber si el Oviedo de Generelo está capacitado para dar el salto a Primera. Plantilla tiene para pelear por todo y el trabajo de Egea es un atajo importante: no conviene olvidar que el argentino dejó al equipo tercero. El convencimiento dentro del vestuario es el de pelear el ascenso. El del vestuario y el de Arturo Elías, en realidad. El Oviedo de Generelo es como una de esas series con un episodio inicial trepidante (Alcorcón al margen) pero que necesita más entregas para saber hacia dónde se dirige. Su primer objetivo está cumplido: ha creado curiosidad.

Las flores del rival

A la espera de exámenes de más enjundia, sí se pueden percibir algunas pistas sobre lo que puede proponer el nuevo Oviedo. A Generelo se le ha visto más en los partidos que en los entrenamientos, ahora que El Requexón se ha convertido en un búnker de imposible acceso para medios y aficionados. Las pesquisas más sólidas las ofreció Susaeta a mitad de la semana pasada. Decía el vasco que el nuevo técnico quería ser valiente con la pelota, ver movimientos coordinados y que el equipo apretara cuando se producía una pérdida. Sus palabras sonaron extrañas cuando se tenía como recuerdo más inmediato el partido de Alcorcón, donde nada de eso había ocurrido. Pero el proceso de transformación no puede ser inmediato. El Oviedo aún estaba actualizando su base de datos. Contra la Ponfe, ayuda visitante mediante, sí se vieron algunos rasgos prometedores de los anunciados por Susaeta. Hasta el entrenador contrario los observó. "Ha sido el rival que más me ha impresionado de los que he visto", completó Fabri su torrente de halagos. Un juicio, eso sí, con un pequeño truco: el entrenador lleva cinco semanas en el cargo.

Un equipo, dos ritmos

Ante la Ponfe se vio al Oviedo más protagonista con la pelota. Queda por determinar si fue por convencimiento propio o por deseo de una Ponfe demasiado timorata. La propuesta de Generelo fue la de un equipo de dos velocidades. Con su rival replegado, la pelota circuló a ritmo pausado en el inicio de la jugada. La posesión como manera de ganar confianza. Otra cosa es cuando el balón se acercó al área berciana. Susaeta, Koné, Toché y Valle juegan a otro ritmo. Para los cuatro, se trata de llegar cuanto antes a la meta rival. El primer gol, una excelente jugada colectiva es la mejor muestra. En realidad, el secreto estuvo en que cada interviniente hizo lo mejor que sabe hacer. Koné, por ejemplo, controló recortó y lanzó en profundidad. Valle se frenó en seco en el área, acción solo posible para las mentes más frías, y centró hacia Susaeta. El vasco le puso cordura a la jugada: cedió a Toché que siempre sabe lo que tiene que hacer en el área. El murciano parece que improvisa en el área pero en realidad todo lo tiene estudiado: recorte y definición, capítulo uno.

Prescindir de un emblema

Los emblemas están en peligro de extinción. Por eso conviene cuidarlos cuando das con uno. Totti salió hace unas semanas a disputar los últimos minutos en el Bernabeu ante la terrible perspectiva de estar ante sus últimas patadas en la Liga de Campeones. "No Totti, no party" (sin Totti no hay fiesta), reza una pancarta en el fondo del Olímpico de Roma. Da igual sus 40 años y la curvatura que asoma en la camiseta a la altura de la cintura. Totti es un emblema y como tal tiene derecho a decir basta cuando él quiera. El caso de Esteban es diferente. Es emblema y además da puntos. Es un símbolo para el oviedismo (y me refiero concretamente al aficionado, al que ha asistido a los capítulos más duros) y es un jornalero más, de los que arrima el hombro y se llena de barro cuando es necesario (Astorga en el recuerdo). El sábado jugó Miño y el equipo ganó. Generelo no quiso entrar en explicaciones profundas pero dio a entender que respondía a una decisión técnica, que no tenía que ver la reciente lesión del avilesino. En términos de rendimiento deportivo no parece que Esteban haya hecho deméritos para perder la titularidad pero la lectura va más allá. En la época de la globalización y la desnaturalización de los equipos, prescindir de un símbolo como Esteban parece un lujo que el Oviedo, un equipo que en los últimos años quiere ser diferente, no se puede permitir. Aunque la decisión vaya seguida de un convincente 3-0.

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