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Victoria desnaturalizada

El ejemplo de la Real Sociedad siempre viene a cuento por cómo convirtió la necesidad en virtud. Su gran cambio se produjo dentro de una de las mayores crisis de identidad, con el equipo en Segunda y la caja fuerte con telarañas. Fue entonces cuando decidió mirar a la cantera y la apuesta le salió redonda. El pasado sábado derrotó al Barça reanimando la Liga con seis chicos de la casa en el once inicial. A la gente de la cantera, además de servir para enganchar a la afición, no hace falta explicarle cómo funciona su club porque lo han mamado desde pequeños. El Oviedo vive un momento de desnaturalización importante. La ansiedad se ha dejado atrás al escapar de Segunda B, pero la sensación sigue siendo que el rumbo que sigue el equipo es incierto. Que el GPS va variando la ruta constantemente. Hay algunas certezas, sí, como que el apoyo financiero de Carso es el motivo más evidente de tranquilidad y con las opciones de ascender a Primera vivas el sueño se mantiene. Pero el seguidor exige más. El fútbol, al menos en Oviedo, no se basa solo en resultados. Aquí el cómo importa tanto como el qué. Por eso una parte importante de la afición no abandonó en Tercera.

Los símbolos, especie en peligro de extinción

También por eso estalla cuando sale Egea, una decisión al margen de los resultados. No era un hombre de la casa pero con grandes dosis de carisma se hizo un hueco en el cariño del exigente Tartiere. Digamos que Egea era adoptado. La sensación de distanciamiento con el equipo se agranda ahora al ver a los últimos símbolos alejados del verde. El aficionado quiere ver a Esteban en la puerta porque le recuerda que las razones del corazón pesan más que las de la cartera y que renunciar a un goloso contrato en Primera para pelear en el barro merece un reconocimiento continuo. El seguidor desea más actuaciones de Diegui Johannesson porque le confirma que las dificultades a veces se superan con naturalidad. Una simple conducción suya en la banda sirve para reencontrar a la grada con el fútbol de cantera. El hincha añora a Cervero porque le demuestra que la cabezonería también sirve para derribar muros. Al canterano nunca se le tiene que esperar porque siempre está ahí. Generelo, al que parece pronto para juzgar por su valor como técnico, tiene su propio rumbo pero no parece que la empatía sea uno de sus fuertes.

El tiempo jugaba con el Numancia

Arrasate leyó perfectamente la situación. La estrategia del Numancia consistía en no hacer ruido, dejar que las cosas pasen. Cuantos más minutos sin novedades, más nerviosismo del Tartiere. El fútbol control del Numancia le sirvió durante la primera mitad para ir inclinando el partido hacia la meta de Miño. Álex Alegría pudo dar una estocada a 7 minutos pero malogró la opción. Pero el Numancia siguió a lo suyo. No era la tarde del Oviedo, como si lo de la Ponfe hubiera sido un espejismo; ayer el equipo se pareció más a las versiones en Alcorcón o Bilbao: un equipo plano, sin iniciativa que solo vive de los chispazos de sus hombres de arriba. Como estos son tan buenos, a veces la situación se salva. Se vio un ejemplo a los 19 minutos. Susaeta puso uno de sus habituales regalos desde la banda y Koné cabeceó al larguero, parábola incluida. Al Oviedo le quedaba la opción de encomendarse a un arrebato de talento individual.

Toché marca el ritmo

Mientras el partido de la grada parecía perdido (crítica incesante individual y generalizada), el del campo presentaba más igualdad. El Numancia gozó de las mejores ocasiones en la segunda mitad, sin acierto en los metros finales. Quizás por eso Arrasate había lanzado tantas flores a Toché. El gol en el fútbol es oro y el murciano entierra en el área su cofre del tesoro. La jugada de la victoria llegó en la recta final, cuando el Numancia jugaba con un jugador menos y se juntaba cerca de su área. Míchel controló con clase y cedió a Toché, sabia decisión. El delantero controló y definió en un acto que ya tiene automatizado. Toché llegó en verano bajo la sospecha habitual que se tiene de antemano con los futbolistas de más de 30 años y con una trayectoria en clubes de prestigio. A veces pasar de la cumbre al campo base no es sencillo. Pero su rendimiento le erige como el gran acierto del capítulo de fichajes, un apartado en el que el Oviedo no ha estado especialmente afortunado esta temporada. No hará falta recordar que el bloque que tira del carro ya estaba en el club azul el año pasado.

La clasificación sí sonríe

El partido ante el Numancia fue flojo. Seguramente uno de los menos acertados de la campaña. La afición despidió a los futbolistas con una mezcla de pitos, indiferencia y algún aplauso y un cántico surgió desde el fondo norte para corear el nombre de Sergio Egea. Al Oviedo de Generelo solo le pueden sostener los resultados. Son estos los que permiten que la clasificación funcione como un objeto reluciente del que es imposible apartar la vista. Las opciones de ascenso a Primera crecen con cada victoria unida a la incapacidad de ser regulares de los aspirantes al título. El oviedismo se fue ayer con una sensación más agria que dulce por lo visto en el campo y sin embargo con el equipo tercero en la tabla, con las aspiraciones intactas. Pocas veces se ha visto una oportunidad tan barata para ascender.

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