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La realidad

El estado de ánimo de los aficionados no se corresponde con el puesto que el equipo ocupa en la clasificación

Hay cosas que solo se pueden aprender en los bares. Estaba el domingo pasado, a la hora del vermú, sentado en un chigre de mi barrio viendo al Oviedo deambular por el campo del Nàstic. Las opiniones y comentarios que me zumbaban en los oídos no se correspondían con la realidad de una hinchada cuyo equipo está en los puestos de ascenso a Primera División. Lo cual me llevó a pensar en si no viviremos escindidos en realidades paralelas que raras veces se cruzan. Las pocas ocasiones en que lo hacen será eso que se conoce como felicidad y que solo se aprecia mucho tiempo después de haberla disfrutado. En el caso de los oviedistas vivimos al menos en cuatro realidades diferentes: la del juego del equipo; la de la percepción del entrenador y los jugadores; la de la afición y la de la clasificación. Si les digo la verdad, en el Oviedo que vi jugar el pasado domingo no aprecié esa leve mejoría de la que hablan las crónicas. Será que tengo perturbados los sentidos como el bueno de Don Alonso Quijano. O tal vez yo sea un botarate que vea gigantes donde solo hay molinos. Y es posible (más bien seguro) que no tenga ni idea de fútbol a pesar de llevar más de media vida viéndolo. De lo que no hay duda es de que todos deberíamos estar alegres como unas castañuelas y no es del todo así. No es que estemos deprimidos, no tenemos razones. Menos aún si recordamos de dónde venimos. ¿Pero se imaginan a los seguidores del Mallorca o del Almería en nuestra situación? ¿Tendrían el ánimo igual de extrañado? Sospecho que no.

En cuanto a la realidad del entrenador, en los días previos al partido en Tarragona, deseaba que se notase en el campo el trabajo de la semana. No voy a poner en duda el esfuerzo y la profesionalidad de nadie pero el Oviedo me recuerda cada vez más a esos escritores que después de escribir páginas y páginas de una novela apenas salvan un par de frases a la hora de corregir.

En estos casos, lo más recomendable es recurrir al humor como hace Augusto Monterroso cuando dice sentirse un Balzac si es capaz de escribir una línea en todo el día.

Mientras tanto, cada lunes, la tabla clasificatoria se impone a nuestro espíritu como las tablas de la ley.

Existe una última posibilidad: ¿Y si el fútbol fuese una ciencia muy avanzada? ¿Y si la tecnología llegase al punto de desarrollar replicantes que sustituyesen a los jugadores reales para darles descanso? Si fuera así, al programador- diseñador de las réplicas del Real Oviedo le está fallando últimamente el software. Pero no me cuadra el asunto. Si fuese posible lo que digo, el Barça ya hubiese puesto en marcha a los replicantes de Messi, Neymar y Luis Suárez. Nada. Es imposible. Ese mismo domingo estuve viendo el partido del Leicester contra el West Ham y allí palpitaba una sola realidad.

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