A esta plantilla habría que matarla porque no valen para nada. Es increíble que se haya llegado a la última jornada con posibilidades de salvar la categoría. Increíble. Un equipo sin alma, sin patrón de juego, sin cantera y sin hambre. La mayoría de jugadores deberían de dar las gracias por la prohibición de fichar porque, de lo contrario, el 90% de la plantilla estaría vagando por Segunda o Segunda B. No hay ninguno que valga la pena.
El entrenador es un pufo de dimensiones estratosféricas que no sabe leer los partidos, que subió al equipo de los guajes de casualidad y que sólo sabe llorar en rueda de prensa mientras podría estar vendiendo alegría inexistente a una afición que tampoco le puede ver. No tiene un equipo técnico de garantías, los chavales llegan fulminados a la segunda vuelta y nadie tiene los huevos o cojones suficientes para decirles nada.
Y luego tenemos a la afición, ese grupo de gente con tanto tiempo libre que sólo viajan para apoyar al equipo falta de un mejor hobby que ocupe sus vidas. Llevan bufandas, camisetas, se pintan la cara, mueren por unos colores? Ah, y molestan porque muchos de ellos gritan contra la propiedad. Charranes. Pufistas. Ojalá pronto hagan algo de provecho con sus vidas.
Lo escrito hasta este punto es una ironía que, sin embargo, comparte mucha gente en el día a día. Y lo piensan de verdad. Esa gente nos rodea más de lo que pensamos, está cerca, en cada esquina y en el fondo de muchos chigres. Para ellos un consejo: que la próxima jornada no vayan a El Molinón, que los que queremos agradecer el esfuerzo a esta plantilla y cuerpo técnico, iremos a aplaudirles se consiga o no la permanencia. A ganar al Villarreal, a apoyar al Betis y a esperar otro milagro que, ocurra o no, para mí es circunstancial después de dejarse la vida en el campo durante una temporada en la que los apoyos han venido desde una sola dirección: la afición.
