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El fútbol modesto pierde a los mejores

Las viudas de José Fernández, El Negro, de José Luis Blasco y de Emilio Carballo comparten su dolor

El fútbol modesto gijonés ha perdido a otro de los buenos valedores de ese fútbol tan denostado, y que sólo interesa cuando hay que hacerse la foto o pedir el voto. Se nos ha ido, José Fernández, El Negro, cuando ya todos creíamos que se había repuesto de aquél dichoso infarto de agosto de 2015, que las páginas de LA NUEVA ESPAÑA reflejaron en su momento, y que fue la fuente informativa que dio a conocer el desgraciado accidente, a infinidad de personas que se desenvuelven en estas categorías. Tras pasar más de cuatro meses en la UCI de Cabueñes, y otro más en la del HUCA, se fue recuperando satisfactoriamente. Enviado con posterioridad a la Cruz Roja gijonesa, fue dado de alta para acabar la recuperación en su domicilio, donde la mejoría parecía satisfactoria.

Pero la medicina ya avisa: este tipo de accidentes suelen dejar huella y maltratan al músculo cardiaco. El pasado día 6, volvió a afectarle al bueno del "Negrillo", y ya no hubo solución. Se nos fue cuando nadie lo esperábamos, sobre manera por las ganas de vivir y su fortaleza física, ampliando el vacío que el fútbol base tenía, tras la triste desaparición en el último año, de Emilio Carballo y José Luis Blasco. Magníficas personas, como son todas las que se mueven en estas maltratadas categorías, que hacen que infinidad de niños practiquen deporte gracias a todos ellos, sin nada a cambio, tal vez recibir sinsabores y críticas inmerecidas.

En la sala donde se rendía el último adiós a José Fernández, el firmante se encontró con una escena estremecedora. Coincidí con las viudas de estas tres personas reseñadas, las señoras de Carballo, de Blasco y la de Fernández, que trataban de mitigar su dolor entre ellas, así como con el cariño mostrado por las muchas personas presentes, y que conforman este maravilloso fútbol. Una muestra de lo que las abnegadas esposas soportan, por el desarrollo de esa bonita afición de sus maridos, que hace que otras madres tengan a sus hijos en buenas manos, practicando su deporte favorito. Para ellas, desearía el signatario, que los poderes públicos, alguna vez, fueran merecedoras de ese reconocimiento.

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