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Teleobservatorio

Ríe el Madrid, llora el Atlético

El Madrid ganó la Undécima y el Atlético de Madrid se apuntó ese fementido premio de consolación que es la victoria moral. Estaba escrito, ya que de antemano en el Atlético había recaído el protagonismo del partido. Se lo daba su papel de víctima, siempre más agradecido que el de poderoso que acumula historia y fortuna. No se sabían todavía qué truculencias se iban a acumular en el desarrollo de la final, cuyo guión se escribe sobre la marcha. Pero había alguna previsible. Hasta ahora el Atlético había apurado por dos veces el amargo cáliz de la derrota. Había jugado dos finales, prórroga incluida, y había perdido ambas. Le faltaba probar las heces, tal que sería que la derrota llegara por penalties. Y eso fue lo que ocurrió en San Siro para que el trago le resultara definitivamente amargo, tanto que hizo que las lágrimas rojiblancas anegaran el estadio milanés. El Madrid, en cambio, pudo llenar de ambrosía la Orejona, que una vez más, y ya van once, volvía a sus manos.

Estreno triunfal de Zidane

El partido resultó demasiado equilibrado para que pueda hablarse de un vencedor justo. Pero, siendo eso cierto, no puede decirse que el Madrid no hiciera los méritos suficientes en un partido disputado hasta la extenuación por los dos equipos. Y, aunque los partidos siempre los disputan los jugadores, en este caso parece justo subrayar el papel del entrenador madridista. Cuando Zidane se hizo cargo del equipo, el Madrid era una nave al pairo. Con el triunfo de ayer ha conseguido llevarla a su puerto refugio preferido. Con una sonrisa como gesto ha sabido gobernar los egos de la plantilla. El partido de ayer confirmó que supo elegir el equipo adecuado. Casemiro, el punto de equilibrio, volvió a ser importante. Y los cambios revelaron a un entrenador que sabe tomar decisiones que llevan en el riesgo el germen del acierto. Sustituir a Kroos y Benzema equivale a prescindir de dos vacas sagradas, pero Isco, sobre todo, y Lucas Vázquez dieron al equipo la agresividad que necesitaba justo cuando el Atlético se iba arriba.

Carencias atléticas

Al Atlético le costó entrar en el partido, quizá porque el gol del Madrid les puso demasiado pronto las cosas cuesta arriba. El gol de Ramos llegó en una jugada de estrategia, esa clase de acciones en la que el Atlético ha venido siendo superior al Madrid en los últimos años. Salvo, a lo que se ve, en las finales europeas, pues ya en Lisboa, hace dos temporadas, el sevillano también marcó en una. El Atlético tardó en hacerse compacto durante el partido. Durante el primer tiempo el Madrid le partió a menudo en dos. Simeone se equivocó en la elección de Augusto, que nunca pudo con el ritmo del partido. Su sustitución por Carrasco, con el paso de Koke al centro, al lado de un gran Gabi, dio otro aire al equipo.

Un penalty crucial

Ese cambio tal vez hubiera sido crucial de haberse resuelto de otro modo la jugada con que se abrió el segundo tiempo, que a todas luces resultaría crucial. Pero Griezmann estrelló en el larguero el lanzamiento de penalty y ese fallo obligó al Atlético a seguir con el viento en contra. Dominó, pero apenas creó ocasiones, lo que, implícitamente es un elogio de la defensa madridista, que, bien apoyada por el resto del equipo, dejó pocos huecos. El Madrid, que apenas logró cuajar sus acreditados contragolpes, salvo tal vez en una ocasión con Modric como lanzador, fue, más bien, un equipo que supo sufrir. Y esa actitud no se resquebrajó cuando el Atlético logró el gol del empate en una de las pocas ocasiones en que logró llegar a la línea de fondo del campo.

Penalties inesperados

El Madrid pudo resolver el partido en la última jugada del primer tiempo de la prórroga, pero le faltó instinto matador. Y la solución pasó a depender del trámite de los penalties, en el que se suponía que los porteros, dados sus antecedentes, iban a tener gran protagonismo. Los lanzadores no les dieron opción. Y lo que decidió no fue la parada de un portero, sino el fallo de un lanzador. La perversa fortuna quiso que fallara Juanfran, a quien el Atlético debía más del 50 por ciento del gol que lo había llevado a la prórroga.

Cristiano, a pecho descubierto

Tras el disparo de Juanfran al poste, Cristiano Ronaldo se encontró ante la oportunidad de incorporar su nombre a la historia de la final española de San Siro. No había hecho un buen partido, lastrado, al parecer, por algún problema físico. Pero en ese momento decisivo no falló. Y, tras marcar el gol, explotó de felicidad. El instinto le llevó a quitarse la camiseta. Fue inevitable ver su soberbio tronco, trabajado hasta el límite en el gimnasio. Ese pecho descubierto exudaba una alegría que se expresaba en la más expresiva de las sonrisas. La que prevaleció sobre las lágrimas rojiblancas.

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