Renovarse en el éxito es una de las máximas de las mejores personalidades del fútbol, pero para no parece que ese haya sido el caso aplicado por el Barcelona en el asunto de la salida de Alves. De hecho, el secretario técnico de los azulgranas, Robert Fernández, no tuvo ningún problema en reconocer a la hora de anunciar que el brasileño no seguiría a las órdenes de Luis Enrique que "en las negociaciones no siempre gana el club", con lo que quedaba claro que no era su intención perder a un futbolista que aún sin estar en sus mejores tiempos está lejos de tener un recambio adecuado al menos por el momento.

El Barcelona tendrá que ponerse manos a la obra para encontrar un lateral derecho que haga el daño que hacía el brasileño, una pieza clave en las acciones de ataque de los mejores momentos del equipo, y que por si fuese poco tenía un entendimiento especial con Messi, no sólo en el campo sino también fuera de él; por supuesto sabido es de sobra lo fundamental que resulta que el argentino esté contento para el bienestar, léase éxitos, de sus demás compañeros.

La salida de Alves es de mano la consecuencia de un error monumental del presidente del Barcelona, que acuciado por los tiempos electorales firmó el año pasado una renovación que permitía irse gratis al jugador al final de esta campaña. Qué más quiso Alves que utilizar esa cláusula para hacer caja con un jugoso contrato con el Juventus, su próximo destino. No es el único caso en el que se ha lucido la directiva del Barcelona, pues también Bartra se marcha prácticamente por sólo ocho millones, al Borussia Dortmund, regalado por otra "brillante" gestión, con una razón de fondo parecida a la de Alves, porque los dirigentes no se creían que alguien quisiese abandonar la nave azulgrana, por poco importante que se sintiese en ella, como es evidente en el ahora integrante de la selección española, que contó muy poco para el entrenador.

Luis Enrique era a todas luces un firme partidario de Alves, hasta el punto de que fue por su insistencia por lo que renovó la pasada temporada, frente a una directiva que consideraba que era mejor optar por otro futbolista para esa parcela, pero que sin embargo no ha dado con la tecla pues por posibilidades no ha quedado pero sin que ninguna se confirmarse con una auténtica alternativa. El último fichaje con esa perspectiva, Aleix Vidal, apenas se ha estrenado y no sólo porque llegase cuando la temporada ya estaba avanzada, como pasó con Arda Turan.

Y es que el Barcelona no está muy acertado en los fichajes de clase media. Sí acierta con los de clase alta, pero para eso no se necesita ningún ojo clínico ni experto ni nada parecido. Basta pagar. Y para eso los dirigentes de los clubes de fútbol sí que andan bien listos, sobre todo cuando no están sujetos a responsabilidad por los desaguisados que arman, es decir el mal resultado de sus contrataciones.