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Graduado de la Academia Olímpica

Buenas intenciones y una ocasión perdida

Sobre las expectativas y las conclusiones de los Juegos Olímpicos de Río

La elección de Río como sede se produjo en 2009, con la economía brasileña en ebullición y la intención de utilizar los Juegos como catalizador para mejorar los estándares de vida de los brasileños y acercar al país al grupo de naciones desarrolladas. Casi nadie podía prever que las condiciones cambiarían drásticamente y que el país lleve desde 2010 en una crisis tanto económica como política que no ha tocado fondo. Particularmente duros son los dos últimos años, con crecimiento negativo y casos continuos de corrupción que alcanzan a la presidencia del país. Este escenario es el que sin ninguna duda más ha afectado a la organización de los Juegos.

A diferencia de ediciones anteriores, donde los anfitriones celebran desde el inicio el tener el mayor evento en su ciudad y país, los cariocas y los brasileños se vieron ante una tesitura bastante particular. Disfrutar de los Juegos, desear su éxito, acudir a los estadios, significaba de alguna forma estar con una clase dirigente mucho más atenta, por lo general, a los juegos del poder y el dinero que a las necesidades reales de la gente. Pero ignorar los Juegos era perderse algo que probablemente no volverían a presenciar en su vida. Curiosamente, si algo se esperaba de estos Juegos era un ambiente inigualable por el carácter sociable y festivo de los anfitriones. Pero esos sentimientos encontrados hicieron que la atmósfera, siendo buena, estuviera por debajo de lo previsto. Y de lo que se vivió en el mismo Brasil durante el mundial de 2014 (hasta el 7-1), pero eso era fútbol (casi religión) y como decíamos las cosas han cambiado bastante en los dos últimos años.

La ceremonia de inauguración sorprendió positivamente, y realmente fue una exposición muy elegante de todo lo que Brasil es y significa. Bastante más que fútbol y samba, y presentada de forma muy sensible, pues no se cayó ni en la ostentación ni el derroche. Casi nunca es buen momento para ello y ahora mucho menos. La inauguración no fue suficiente para que la gente se volcase. En un espíritu un poco autoderrotista, los locales predecían bastantes problemas organizativos. Se empezó a percibir una mezcla luces y sombras. Lo principal funcionaba (áreas de competición, seguridad y en buena medida el transporte) pero las deficiencias existían (gradas semivacías, señalización, catering en estadios). Tampoco ayudó la actuación de la delegación brasileña, que como la española cosechó la mayoría de los éxitos al final. Las victorias en fútbol y voleibol, los dos deportes con más tradición, llegaron los dos últimos días, y cuando los brasileños estaban empezando a celebrar y disfrutar los Juegos estos se acabaron. Una ocasión perdida.

En buena medida eso han sido estos Juegos: una ocasión perdida. Cada edición de los JJ OO se debe evaluar en dos sentidos: el legado que dejan en la ciudad sede y lo que ésta aporta al Olimpismo. En ambos casos el resultado se ha quedado a medio camino. Además de la zona rehabilitada del puerto, el principal legado tangible es un avance en el sistema de transporte que hubiese tardado décadas sin unos Juegos, aunque corto sobre los planes iniciales. Varias instalaciones eran temporales, como sugiere el guión de desarrollo sostenible del COI. Pero no quedan muy claros los motivos para la elección de las instalaciones permanentes, su localización y su posible uso futuro. Siete instalaciones contiguas en el Parque Olímpico de Barra parecen abocadas a un futuro más cercano al Parque de Atenas (actualmente cerrado, pues su uso no justificaba los costes de mantenimiento) que al de Londres (la parte temporal desmontada y la permanente en uso a pleno rendimiento). El legado intangible pasa, entre otras cosas, por exponer a muchísimo capital humano a una experiencia muy exigente e internacional, con procesos muy definidos y en un período corto pero intenso de tiempo. Parte fundamental son los 70.000 voluntarios. Oportunidad perdida aquí también. La amabilidad de los voluntarios sustituía a menudo su falta de entrenamiento. Es pronto para calibrar otros aspectos, como potencial aumento del turismo en la ciudad. Los análisis de impacto de los Juegos en una ciudad son complejos. Las reglas básicas dicen que unos JJ OO organizados por los objetivos correctos, planificados con antelación, con capacidad de prever contratiempos y ejecutados por los mejores equipos profesionales (Barcelona, Sídney, Londres) obtienen resultados positivos en casi todos los ámbitos de los análisis de impacto. Río ha cumplido sólo parcialmente las premisas y los resultados serán, por tanto, también parciales.

Para el Movimiento Olímpico queda el hecho de haber sido valiente y, con las mejores intenciones, optar por una opción de más riesgo en la organización, para exponer los Juegos por primera vez a Sudamérica y a un país en vías de desarrollo. Y el resultado, incluso en condiciones tan difíciles, ha sido aceptable. De todas formas, visto el desafío que ha supuesto para Río, otras sedes en India y Sudáfrica han eliminado planes de candidatura para el futuro cercano. El propio COI después de haber flexibilizado en los últimos años varias normas para hacer más atractivo y factible ser sede, acaba de aprobar cinco nuevos deportes para Tokio 2020: beisbol-softbol, kárate, surf, skateboarding y escalada. Esto implica subir de 28 a 33 deportes y la consiguiente complejidad organizativa. Se puede interpretar que el COI acepta la dificultad de llevar los Juegos a territorios inexplorados en los próximos años y se centra en otras prioridades. Una de ellas es llegar a una audiencia más joven, de ahí la naturaleza de la mayoría de los nuevos deportes.

No es difícil predecir unos Juegos impecables en lo organizativo en 2020 en Tokio. Paris y Los Ángeles son favoritas para albergar 2024 y cualquiera rayará a muy alto nivel. Todas ciudades del primer mundo que ya han sido sede. Y ahí, en el primer mundo, para bien o para mal, se celebrarán muy probablemente los Juegos durante la próxima generación.

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