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De cabeza

El aburrimiento

Una victoria o un empate a domicilio con algo de chispa, sin ser sufridos ni burocráticos, es mucho mejor

Decía el gran Ángel Gonzalez que para vivir un año hay que morir muchas veces mucho: una manera ciudadana y civil de confirmar que existe la reencarnación. Los equipos de fútbol son prueba de ello partido a partido y temporada a temporada. En otra época, la confianza ocupaba el lugar de ese continuado renacimiento. Eran tiempos en que jugadores y entrenadores podían encadenar años y años en un mismo club. Pero no nos pongamos nostálgicos y regresemos al presente: a menudo, cuando un escritor de dilatada carrera echa la vista atrás, suele obviar sus obras de juventud por considerarlas imperfectas, ingenuas, apresuradas... Los primeros partidos de un campeonato son las obras de juventud de un equipo. Así que, prefiero ver el empate a cero en Son Moix contra el Mallorca como una obra primeriza del Oviedo: sin duda imperfecta y, lo que es peor, aburrida. Pero el camino del equipo azul, como el de cualquier autor con varios títulos en su haber, tendremos que evaluarlo con una cantidad suficiente de encuentros jugados. ¿Y qué cantidad es esa? Según Fernando Hierro, los equipos se consolidan en diciembre. Ojalá tenga razón y podamos comprobar que la carrera de su plantilla es una carrera llena de títulos de éxito, bien escritos y amenos. Casi nada. Pero por pedir que no quede. Lo de ser amenos es importante porque el pasado domingo me aburrí un rato (y creo que no fui el único) viendo el partido. Ya decía Oscar Wilde que ser aburridos es de maleducados. Lo cual no significa que haya que amenizar todas las veladas a nuestra costa. La retórica positivista del fútbol prescinde de estas reflexiones: punto ser punto, se suele decir. Si te aburres, vete al cine o vete al circo, me espetarán. Pero no me negarán que aquí radica una contradicción: escuchamos a menudo que el fútbol es un espectáculo, entonces: ¿en qué quedamos?

Una cosa que me encantaba del "Dream Team" de Cruyff (un equipo sin término medio) es que cuando jugaba mal, lo hacía tan rematadamente mal, que era una delicia verlo; Buster Keaton o Charlot eran jugadores de futbolín a su lado. No es que quiera yo llegar a esos extremos con el Oviedo, que nadie se alarme. Lo que está claro es que una victoria o un empate a domicilio con algo de chispa, sin ser sufridos ni burocráticos, es mucho mejor.

Fíjense si será importante ser divertidos: yo, para ver el partido del equipo de mis amores, dejé a medias "Bullitt", la excelente película de 1968 de Peter Yates y protagonizada por Steve McQueen. Cierto que ya la había visto, pero son de esos filmes que nunca importa revisar. Y al acabar lo de Mallorca, comprobé que en la 2 habían emitido un documental sobre la exposición de El Bosco en el Prado que tenía muy buena pinta.

Puestos a fantasear, me gustaría ver al Oviedo como ese Ford Mustang que conduce Steve McQueen por las calles de San Francisco en una de las escenas de persecuciones de coches más célebre y mejor rodada de la historia del cine.

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