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El ritmo del Oviedo y sus seguidores

Una afición viva siempre es más sana que una indolente

Defendía con tino Sergio Egea que tener la mejor plantilla no te aseguraba ser el mejor equipo. Venía aquella reflexión a raíz de la famosa frase de Joaquín del Olmo en plena pretemporada sobre el potencial de la plantilla azul, "la mejor de Segunda". Después de cuatro jornadas de Liga queda la impresión de que el Oviedo está por debajo de varias plantillas de Segunda. El tope salarial y la habilidad en los fichajes sitúan a los azules en el amplio pelotón de aspirantes, pero por detrás de proyectos con más caché como Levante, Rayo, Valladolid o Zaragoza, por poner algunos ejemplos. Incluso se podría decir que el equipo ha perdido fuelle en algunos puestos respecto a la campaña pasada. Meras intuiciones, de momento.

Pero hay que volver al matiz de Egea. El trabajo de los entrenadores levanta o frustra proyectos. Una plantilla que es un seis puede convertirse en un nueve con el trabajo adecuado (Leganés y Osasuna como ejemplos) y también puede darse el camino inverso. Según esta teoría, el Oviedo aún puede aspirar a estar entre los tres mejores equipos. Para ello hace falta trabajo, paciencia, acierto y las correspondientes dosis de suerte siempre necesarias en cualquier éxito.

La paciencia

De todos los elementos exigidos, el de la paciencia parece el más difícil de lograr de manera inmediata. Históricamente, el Tartiere siempre ha apretado al futbolista y ansiedad de los últimos tiempos ha servido para engullir a algunos buenos jugadores.

Pero no debe tomarse la crítica necesariamente como algo negativo. Siempre será más sano tener una afición crítica que una indolente. El oviedismo es ese ser vivo que siempre se manifiesta, para lo bueno y para lo malo. Conviene estar prevenido para que el viaje no se haga demasiado pesado.

Fernando Hierro ha tardado cuatro semanas en lanzar su primera reclamación pública al respecto. Se entiende que intenta el entrenador generar un ambiente más amable con el equipo aunque quizás sorprende el momento. No parece que la de ayer fuera precisamente la crítica más encendida del oviedismo en los últimos meses. La grada debe animar pero el equipo tiene que transmitir. Los dos deben poner de su parte. Hasta que se llegue a ese punto común, mejor una afición viva.

Cuestión de ritmos

Volvamos al fútbol, a la pelota. La teoría parece asumida. Los centrales se abren en disposición de recibir el balón y los laterales se integran en el medio. Juan Carlos ejerce como libre, ofreciendo opción de pase. Con la ayuda de los pivotes, una salida de balón rápida debería dar ventaja a los extremos y delanteros, gente que siempre mira al arco rival. La teoría está clara pero a la puesta en práctica aún le faltan algunos episodios. Aprender a base de ensayo y error. Al final, todo se reduce a una cuestión de ritmos. La afición aprieta y el proyecto sólido que quiere construir Hierro aún está en fase de construcción.

El Oviedo ve bien las vías pero las encuentra con algo de retraso. La tardanza en la circulación hace que el equipo rival esté siempre en su sitio. Desaparece el elemento sorpresa y con él, una poderosa arma en cualquier ataque.

El Oviedo fue superior al Mirandés durante todo el encuentro. Fue dominador del juego y dueño de la pelota. La sensación, sin embargo, es que los visitantes no estaban incómodos con su rol en la función. Como si en vista del guión, los de Terrazas hubieran elegido ser sujetos pasivos. Solo Toché, solista con caché, alteró la paz rojilla en el primer acto a base de cabezazos.

El plus del canterano

Cuando se reclama futbolistas de la casa se encuentran razones sentimentales que se dirigen en dos sentidos: del aficionado con el jugador en cuestión y de éste con el escudo. Cuando salió Michu, a los 60 minutos de partido, se activaron dos poderosos mecanismos. El primero fue el de encender al público, en un momento del encuentro algo tedioso. El segundo fue el efecto contagio. Tener a un tipo internacional esprintando por cada balón perdido enchufa a cualquiera. Quizás sea cosa de Michu que desde que empezó a jugar al fútbol disputa cada balón como si acabara de sonar el timbre y fuera consciente de que es la última jugada del recreo.

Pero el elemento emocional no puede ser ignorado. Cuando un canterano pierde un partido, el cabreo es doble: como profesional y como aficionado. Lo explicó Michu antes de estrenarse ante el UCAM. "Jugar en tu equipo es una presión extra", explicó antes de darle el matiz final: "También es una ilusión extra". El canterano, sea un delantero internacional o un humilde currante, siempre es necesario en cualquier equipo.

El muro sigue intacto

Sumemos razones al optimismo: el Oviedo es el equipo menos goleado de Segunda, síntoma de que hay cosas que se están haciendo bien. Los números pueden engañar (el 0-0 de Mallorca no reflejó la superioridad local), pero a largo plazo son fiables. Olvidando la Copa, Solo el Valladolid fue capaz de encontrar una grieta en el muro. Buena base para encontrar el ritmo.

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