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Balas de plata

El espejismo del tercer puesto hizo volar la euforia de los seguidores y se contagió a algún protagonista

Presagiaba mucha inquietud el calendario en sus primeras semanas para los sportinguistas. Un Athletic para debutar en casa abriendo la competición no era la mejor entrada en la liga. El comienzo no era fácil, pero los tres primeros partidos y el espejismo del tercer puesto en la clasificación hicieron volar las ilusiones de los seguidores. La euforia se contagió a algún que otro protagonista y cuando sonó el despertador en el viejo Vicente Calderón la sensación fue demoledora.

Vigo acercó mucho a la realidad liguera que espera a los de Abelardo, con esos vaivenes que decantan resultados en uno u otro sentido por jugadas, por instantes o por esos detalles que no se pueden controlar, como diría Jose Mourinho en una de sus impagables frases para referirse a árbitros y asistentes.

Pues uno de esos detalles incontrolables de nuestro planeta fútbol dejó la recaudación gijonesa en tierras gallegas en cero, cuando los pésimos precedentes de los celestes en los minutos finales de los partidos presagiaban todo lo contrario. Y cuando sin excesiva ambición atacante el equipo sí había mostrado en Balaídos hechuras sólidas (con la excepción de un saque de esquina que fue un despropósito) pese a los numerosos cambios.

Pero la Liga sigue, ¡y cómo sigue! Ni más ni menos que con el Barça de las superestrellas llamando a la puerta del anciano Molinón. Un recorte al espectáculo es la ausencia de Messi, que habrá sido un alivio para las huestes rojiblancas y un quebradero de cabeza para Luis Enrique y Unzué. Lo que es difícil es que Abelardo se entregue a alegrías atacantes: solidez atrás y aprovechar los contragolpes. Para ello reservó en Galicia alguna de sus balas de plata. El fondo de armario que este año tiene la plantilla le permite estas maniobras.

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