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Antonio Rico

Yo toqué con la "E Street Band"

Sobre los paralelismos entre Quini y Bruce Springsteen

Creo o, más bien, afirmo que la fotografía futbolística más hermosa de la historia es esa en la que Enrique Castro "Quini", El Brujo, remata a puerta en una postura rabiosamente elegante en un partido Sporting-Rayo Vallecano. No es que no quiera describir esa foto para ustedes, es que no puedo. Es imposible hacerlo sin ser poeta o sin tener la habilidad de un Michael Robinson para colocar cuatro o cinco palabras en su sitio exacto y que todo lo demás encaje a su alrededor. Si no conocen la foto de la que hablo, pueden buscarla en internet. Es fácil. Si para silbar sólo hay que juntar los labios y soplar, como decía Lauren Bacall en "Tener y no tener", para emitir un silbido de sincera admiración futbolística sólo hay que escribir "Quini" en el ordenador y dejar que esa maravillosa tecnología que para muchos de nosotros es indistinguible de la magia nos lleve a la foto en la que Quini remata como si se estuviera riendo de la ley de la gravedad.

Quini y Bruce Springsteen nacieron el mismo día (23) del mismo mes (septiembre) y del mismo año (1949). Lo siento, pero lo voy a decir: Quini es el Springsteen del fútbol, o Springsteen es el Quini del rock. Como dice mi amigo Enrique, que ama el fútbol y la música con la misma medida con la que se puede amar el fútbol y la música, es decir, sin medida, no hay dinero que pueda pagar las horas de felicidad que debemos a tipos como Quini y como Springsteen. Por eso cuando Springsteen apareció por El Molinón? En fin. El gran Bruce con su guitarra y su banda dando un concierto en el estadio en el que Quini se convirtió en inmortal. Insuperable. Legendario, que diría Barney Stinson. Justicia poética. "Ahora, Boss, ahora" (gracias, Ángel Heredia). No se me ocurre mejor homenaje a Quini que explicar mi teoría sobre los grandes delanteros centros. Si mientras lee este artículo puede escuchar "The River", mejor.

En la antigua Roma había servicio de bomberos, sí, pero no tenía nada que ver con el actual servicio público que nos defiende de los incendios. Los bomberos de la Roma del siglo I estaban equipados con mantas, cubos de agua y vinagre, y como con estos medios poco podían hacer para extinguir las llamas, lo que hacían para cortar el fuego era demoler las propiedades circundantes. Con Quini ocurría lo mismo que con los incendios en la antigua Roma, pero peor. Los defensas luchaban contra los incendios goleadores que provocaba Quini con mantas, cubos de agua y vinagre, pero eso no bastaba para apagar el derroche de talento de un jugador imposible de parar. ¿Cómo luchar contra Quini, entonces? De la misma manera con la que los bomberos romanos luchaban contra los incendios, demoliendo a los futbolistas que rodeaban a Quini para que El Brujo no recibiera un balón en condiciones. Pero eso puede funcionar con los buenos delanteros como Alcácer, Krankl o el mismísimo Hugo Sánchez, pero casi nunca funciona con delanteros de otro mundo como Quini. El vinagre no apagaba los goles de Quini, y derribar los edificios que rodeaban a Quini tampoco servía para nada porque, atención, Quini era bueno rematando los centros de sus compañeros, pero era el mejor inventando goles donde no había nada de nada. ¿Qué más da que los bomberos construyeran un vacío alrededor de Quini si Quini de un soplo creaba una jugada de gol como si nada? ¿Para qué sirven los bomberos cuando un fuego se alimenta a sí mismo y no necesita ayuda para seguir quemando goles? No se puede aprender a ser Quini. O se nace siendo Quini, o nada.

Les voy a contar algo que estoy orgulloso de poder contar. Hace muchos años, en una galaxia muy lejana en los campos de fútbol de la Toba, en Llaranes, mi hermano Nacho y yo coincidíamos a veces con Quini y con el inolvidable portero Castro. Y Quini, el gran Quini, nos pasaba el balón y hasta permitía que le hiciéramos un caño. Yo jugué con Quini, que es como decir que yo toqué con la "E Street Band". Felicidades, Brujo. Felicidades, Boss.

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