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ANÁLISIS

Nacho Azparren

El Oviedo trabaja el antídoto

El equipo ha crecido desde que decidió protegerse en el centro; ahora no debe descuidar su propuesta

El ejemplo no es tan lejano. Osasuna entró la temporada pasada en la Liga sin más expectativas que la de competir, crecer cada semana en la Liga. Es ésta una diferencia abismal con el Oviedo, un club que de la mano de Carso vive unido a las expectativas más altas de una forma inseparable. Obviemos este aspecto para seguir con el paralelismo. Como Osasuna, la del Oviedo tampoco es la mejor plantilla de la competición, aunque en Segunda la igualdad (topes salariales sin muchos saltos cuantitativos) es la nota dominante. Como Osasuna, Hierro parece decidido a apostar por la defensa como primer paso sobre el que construir las aspiraciones. Nadie habla de play-off a estas alturas pero es sin duda el objetivo de fondo. El Oviedo no brilla pero compite. No avasalla pero tampoco se deja amedrentar. No goza de muchas ocasiones pero Toché, Linares y Michu, sinónimo de gol, se pasean por al área rival. Al contrario que en el primer mes de competición, el Oviedo ahora parece más maduro. ¿Le llega con esto para cumplir los ambiciosos objetivos de su masa social? Parece claro que aún tiene muchos aspectos que mejorar. Pero la evolución es evidente.

Empates y empates. Dos empates a cero, dos visiones muy diferentes. Mallorca y Girona señalan el camino, la evolución, que está tomando el equipo de Hierro en este inicio de competición. En ambas plazas el resultado fue el mismo, un punto que permite pocas alegrías en la tabla pero diferentes interpretaciones. Al empate; al contrario que la victoria o la derrota, de lectura inequívoca; siempre le sigue un análisis concienzudo. Fernando Hierro sonríe con el punto obtenido consciente de que Montilivi no es el escenario más amable para los visitantes. El Oviedo empieza a ser ese equipo pesado y pegajoso que el técnico quiere dibujar.

El Oviedo no brilló en Montilivi. Partamos de esa idea. O al menos no brilló en el sentido estético que tiene un aficionado neutral que observa un partido de fútbol. Pero sí estuvo brillante en varios aspectos, todos ellos relacionados con el apartado defensivo. Como Osasuna el año pasado, ¿recuerdan? El Oviedo de Hierro va camino de convertirse en ese equipo incómodo que cuando visita tu feudo pone al aficionado nervioso. Crees que tu equipo debe derrotarle pero no encuentras la manera.

La seguridad llega por el centro. El inicio de la reacción se sitúa en Cádiz. Y el origen es de lo más natural de explicar. Cuando el ser humano se siente atacado, tiende a protegerse. Así hizo el Oviedo del primer tramo de la competición. Un equipo sin rumbo definido, atenazado por las dudas, al que el mínimo silbido en el Tartiere le hacía desmoronarse. Las expectativas eran bajas y Hierro tomó una decisión natural: protegerse. Podría haberlo hecho en la zaga, con esa defensa de cinco hombres que probó ya en pretemporada, pero prefirió apuntar al centro del campo, la línea menos fiable hasta ese momento. Poblar el centro del campo le dio al equipo confianza. Y ahí empezó una mejora que mantiene al equipo un mes invicto.

Los matices. Egea siempre mantenía que le preocupaba su equipo, que prefería no hacer demasiado caso al rival. Su declaración dirigido para reforzar la personalidad azul fue interpretada por algunos como un método anticuado, especialmente por el vestuario, que le dio la espalda. Generelo llegó con el discurso contrario aunque sin ninguna propuesta. Palabras vacías. Hierro navega entre las dos aguas. Quiere que su equipo tenga unos conceptos básicos, unos principios fundamentales que nadie puede discutir. Pero cada partido tiene sus detalles. El 4-1-4-1 solo es una excusa de inicio. No es inamovible. Ante un Rayo con dos delanteros puros -Manucho y Miku- Erice echó una mano a Torró alineándose a su par. Ante el Girona ocurrió algo similar. Los locales, expertos en juego directo, buscaron con frecuencia a Longo, delantero pértiga. Michu quedó más liberado por delante de la línea de dos pivotes e incluso Rocha se acercó al centro cuando el equipo tenía la pelota en busca de la superioridad. El dibujo pareció asimétrico, pero dentro de un orden. Hierro quiere un Oviedo de plastilina, que se pueda moldear a cada circunstancia del juego.

El equilibrio. Claro, que la clave estará en el equilibrio. Hierro parecía durante la semana preocupado con la propuesta del Girona. Como si esa forma diferente de jugar de los catalanes hubiera condicionado el trabajo de la semana. ¿Qué hubiera pasado si en la segunda mitad el Oviedo hubiera dado un paso adelante? Es algo que nunca se sabrá, pero sí quedó la sensación que los azules podrían haber hecho daño a un Girona que solo pensaba en la victoria. Los catalanes se habían destapado atrás y quizás hubiera sido un buen momento para merodear su área. El equilibrio estará en invertir tiempo en preparar el antídoto del rival pero el suficiente para que tu veneno esté listo para cada domingo.

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