Toda defensa surge del miedo. El miedo es un sentimiento muy prolífico. Incluso rentable. Y se admite mejor en el ojo ajeno que en el propio. Los sistemas defensivos se justifican por el miedo a perder; por el miedo a encajar un gol. La opción entre defender férreamente y no hacerlo se asume en términos demasiado trágicos. Y ya sabemos lo que decía la rumba del gran Peret: "es preferible reír que llorar".

Defender en fútbol se ha convertido en todo un arte: los sistemas se sofistican por momentos y cada vez se ve menos lo de plantar el autobús delante de la portería. De un tiempo a esta parte, no encajar goles se aprecia ya como un arte, no como la tosca actitud de alguien desconfiado y usurero.

El origen de este cambio se dio con el paso del marcaje individual al marcaje en zona. Como una foto en blanco y negro quedan ya aquellos bailes en pareja que duraban noventa minutos. Los oviedistas más veteranos recordarán aquel famoso vals del tú ni te acerques que bailaron Carrete y Cruyff en un duelo entre el Oviedo y el Barcelona. Dejando de lado los daguerrotipos y volviendo a nuestra época digital, el consenso forzado por los datos erigen al Real Oviedo actual como un equipo bien armado defensivamente, que encaja poco goles. Algo es algo, me digo a mí mismo nostálgico y añorante de los días de rumba y goles. Igual que con la lluvia, nunca se defiende a gusto de todos. En el año 2004 nos congratulábamos de que Antonio Rivas afirmara que un equipo se construye de atrás hacia adelante. Primero, al bueno de Jabo Irureta, poco antes de que lo cesaran, la grada de Buenavista le reprochaba ser demasiado defensivo. La alegría, ya se sabe, va por barrios. Y la afición es un ente voluble que sólo entiende de vivir al día.

Hasta Pablo Machín, técnico del Girona, subrayó la solidez del Oviedo. Y yo, que aun siendo realista, tiendo al lirismo, pensé que solidez era una buena metáfora en lugar de defensa, cerrojazo... No me puedo quitar de la mente aquella certeza de César Luis Menotti a propósito del "catenaccio" italiano: "los italianos no defienden mejor, defienden con más". Importante el debate entre "más" y "mejor". La cantidad tiene un recorrido más corto que la calidad. Lo ideal a la hora de defender sería combinar ambas características. Me acosan y me albergan muchas sospechas, no sé si infundadas. Defender es adictivo y el miedo llega a paralizar las neuronas del placer. Puede que ahora nos convenga nadar y guardar la ropa, pero les sugiero que echen una ojeada a un célebre poema del imprescindible Raymond Carver. Ahí van dos de sus versos "Miedo a la ansiedad (...) Miedo a que este día acabe con una nota infeliz".