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Los tiempos están cambiando

Cada temporada hay una docena de finales, de partidos que son más que tres puntos

Bob Dylan, cantautor, premio Nobel de literatura, que ahora se hace el sueco. Cuenta y canta en las últimas estrofas de "Los tiempos están cambiando" estas palabras tan oportunas: "Y el que ahora es el primero, será después el último". Esa canción seguro que no suena en el vestuario del Madrid donde ejerce de disc-jockey Sergio "tremendo" Ramos. En el manual de estilo musical del Sporting, seguro, se incluye en la banda sonora del autocar, camino del Estadio Nuevo Los Cármenes. "En Granada? tierra soñada" de Agustín Lara, recreada por el gran Plácido Domingo, también pueden encontrar los yogures y requesones rojiblancos motivación para salir del vestuario a por el triunfo. Cada temporada hay una docena de finales; partidos que son algo más que tres puntos. Este sábado es el caso.

El equipo nazarí y el Sporting tienen esta temporada algunos elementos comunes. Ambos salieron damnificados del último encuentro jugado en el Vicente Calderón frente a los rojiblancos del "malvado" Cholo. En los fichajes estuvieron agazapados hasta última hora en busca de chollos. Los andaluces llegaron a dar de alta en la plantilla cinco jugadores en el último día hábil para fichar. Con uno de los refuerzos de más postín -el ecuatoriano "Tin" Angulo-se encontraron con el doping por cocaína del delantero en la Copa Libertadores. Mala suerte. Se repitió una historia similar a la vivida con Dani Benítez, jugador clave en los ascensos del equipo granadino, que ahora (¡ojalá se recupere a todos los efectos!) juega en el Racing de Ferrol, el próximo rival del Lealtad en Les Caleyes.

Del encuentro en Granada del pasado año quedan escenas para borrar: un arbitraje desafortunado; un exjugador -el decadente Barral- haciendo trampas; y "el Pitu" acaparando micrófonos por una desafortunada salida de tono, a juego con lo vivido en el campo.

Volvamos al cambio en la portería. El oficio de primero parar e iniciar después el juego empieza a ser un trabajo de alto riesgo. Bravo dejó al City a los pies de Messi y compañía, entre el cachondeo de los aficionados hacia el mítico Pep. No tienen perdón: hacer sangre de Guardiola es de malos patriotas. Por cierto, la UEFA no perdona, toma nota y envía multas a la segunda, tercera y cuarta vez que se vulneren sus normas. Es posible que el organizador de la Champions termine "pixelando", ocultando las gradas, en las retransmisiones desde el Camp Nou, si continúan con la coña de confundir el estadio con el Parlamento; que para eso están ambos. En uno se juega para ganar o perder, en el otro para entretener.

Otros porteros que padecieron el mal del juego con el pie, en los últimos días, fueron Asier Riesgo, guardameta del Eibar, salvando a Osasuna, y hasta un juvenil con futuro prometedor: el meta del Real Oviedo juvenil, que tuvo muy buenas intervenciones, pero dejó -con una pifia/regate- despejado el camino de la remontada del Deportivo en el Requexón. Son riesgos que traen los nuevos tiempos. Cuando Dylan cantaba y reivindicaba, en los inolvidables años sesenta, la misión de un portero era blocar, despejar -sin guantes- fuera del área y dejar, para el defensa que se encontrara a mano, el "patadón" fuera del área de los sustos. Hoy tienen tantas polivalencias que al final se hacen un lío. Como el mismo Florentino Pérez, ingeniero de profesión, que ejerce de director deportivo en el Madrid: "No hace falta tener un directo deportivo para fichar a los mejores, al final la decisión la toma el que pone el dinero y no el director deportivo". Ese gremio ya sabe dónde tiene un amigo incondicional.

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