Fin de semana sin sorpresas horarias de la Liga, que ya es de agradecer. Se puede volver a los ritmos habituales, sin interferencias ni desajustes familiares. Un paréntesis que agradecen sobremanera los equipos del vagón de cola en la clasificación, que respiran hondo toda una quincena sin más resultados adversos, y realizan ese ceremonial de los buenos deseos y las conjuras para salir de los puestos de peligro.
Es tiempo de comidas que refuercen lazos, de llamadas a los psicólogos de turno y, por qué no, de propósitos de enmienda. Propósitos de enmienda que en algunos lugares ya no tendrán los mismos protagonistas que empezaron la competición, y si no que se lo digan a Pako Ayestarán que vio truncado su proyecto de tronío en el Valencia a las primeras de cambio, o a Paco Jémez en el Granada, que pasó de las alabanzas generalizadas a sus métodos y de formar parte de los candidatos a suceder a Del Bosque al despido fulminante.
Tampoco podrá ya enderezar la marcha de Osasuna Enrique Martín, al que de poco le ha valido el sorprendente ascenso conseguido el pasado ejercicio; se le marchitaron los laureles al vehemente técnico pamplonica. Prandelli, Alcaraz y, momentáneamente, Alfredo Sánchez, al que le ha tomado ya el relevo Joaquín Caparrós, en Pamplona, son los herederos de los malos rumbos. Víctor Sánchez del Amo ha sido el último en sumarse, sustituyendo a Poyet, en el Betis. Y es que ya saben que el fútbol no tiene buena memoria (o sea, Coto y Cotín).
Por las cercanías del Piles, tranquilidad y confianza en el admirable Abelardo: la visita de la Real puede ser el bálsamo de Fierabrás para los males del equipo. Ahí se acabaría el tema.
