El partido que se ha dado en llamar Clásico ha copado casi todos los focos con los estimados 600 millones de telespectadores, China mediante, que se han puesto ante el televisor por las cuatro esquinas del globo. Se apagan los ecos de la tragedia del Chapecoense, se ve lejana la ida de los dieciseisavos de la Copa del Rey y hasta la sorprendente decisión del campeón Rosberg de abandonar la Fórmula 1 (¿Alonso a Mercedes?) cedió protagonismo.

Pero a El Molinón vuelve esa otra Liga que, paradojas, es la misma; y la fiel hinchada sportinguista nota que sus bufandas parece que abrigan menos cuando llega un Osasuna también en horas bajas y en proceso de transformación, tras la destitución de Enrique Martín Monreal y la llegada de Joaquín Caparrós. Nuevo técnico y lógicos nuevos métodos, aunque el objetivo sigue siendo el mismo que ya expuso, por ejemplo, Luis Aragonés hace algún tiempo: ganar, ganar y ganar.

Tiempo de confusión en el Sporting, que alterna escasa cal con mucha arena dentro y fuera del campo; se pierden partidos y se pierden modales con lo lamentable que esto último resulta con tan nutrido organigrama que luce el club.

Esperemos que el gol, que cura tantos males y errores en el planeta fútbol, haga su aparición por las orillas del Piles y vista de rojiblanco?aunque sea de penalti. Que el dúo Abelardo-Tejada acierte en el previsible 5-3-2, que posibilita dos laterales que suben al ataque alternativamente con uno de los tres centrales haciendo la cobertura. En fin, cosas de las pizarras que se pueden ir al traste si no hay ese acierto en los últimos metros. En lo que no hay dudas es en el soporte de esa fiel hinchada sportinguista que les citamos más arriba. Con la que está cayendo y ahí los tienen. Como ya está escrito "qué buen vasallo, si hubiese buen señor".