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Alberto Menéndez

Partidos trabados difíciles de afrontar

Fútbol, lo que se dice fútbol, se vio muy poco ayer en el Carlos Tartiere. Fue un partido de esos que desde el principio se nota que no van a ser vistosos, que van a estar demasiado enmarañados y que los va a sacar adelante el equipo que mejor sepa utilizar sus cartas, explotar sus virtudes. Y en este caso fue el Oviedo, que una vez más supo ser práctico y aprovechó una de las pocas oportunidades que tuvo para llevarse los tres puntos en disputa.

Pero a diferencia de otros encuentros embarullados, en el de ayer sí pareció que el equipo azul sabía a lo que quería jugar. Por un lado, no concedió ni una oportunidad clara de gol al equipo catalán; se centró, como ya suele ser habitual en los planteamientos tácticos de Fernando Hierro, en la defensa de su área, cediendo el balón a los visitantes. En lo que a las labores ofensivas se refiere, los azules no fueron mucho más allá de las jugadas a balón parado, de las jugadas de estrategia. Ataques en jugadas hilvanadas prácticamente no hubo a lo largo de los 90 minutos. Todo el peligro oviedista nació de las botas de Susaeta. Y así, lógicamente, llegó el único gol del partido: en un saque de esquina ejecutado por el extremo vasco que remató Toché de forma impecable después de varios movimientos de los jugadores azules que dejaron al delantero totalmente sólo ante el, ayer, seguro portero del Nàstic.

Es cierto que encuentros como el de ayer hay que saber afrontarlos. Que no es fácil, sobre todo cuando enfrente tienes un conjunto tan necesitado de puntos como el tarraconense. El Oviedo lo hizo. Pero, hombre, no estaría de más que no lo fundamentara todo en lo práctico, sino que también pensara en que la afición espera más cosas y, sobre todo, más bonitas. Por supuesto que lo importante es ganar, pero siempre ayuda que se haga, además, convenciendo, demostrando que se es capaz de enlazar varias jugadas de mérito a lo largo de un partido. No es mucho pedir.

Por segunda vez en un mes Hierro y sus hombres han sabido sobreponerse con éxito a un batacazo. Primero fue ganando al líder Levante tras la goleada de Huesca, y ayer superando al Nàstic tras el varapalo de Alcorcón. Y en ambos casos lo hicieron echándole garra, precisamente la que faltó en los dos últimos desplazamientos. No resulta fácil de entender cómo un Oviedo tan férreo en defensa como el de ayer pudo recibir cinco tantos en Alcorcón. Ahí es donde debe volcarse el entrenador azul en los próximos días, en hacer recapacitar a sus pupilos, en persuadirles de que un club con aspiraciones no puede convencer, más o menos, en el Tartiere y desmoronarse cuando sale a jugar fuera de Asturias. Es un grave problema de autoestima.

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