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De cabeza

El brazalete

Los equipos que se sumaron a la campaña contra la homofobia, como el Oviedo, ganaron los tres puntos más importantes de la Liga

Olivier Rouyer fue uno de los extremos más rápidos de la liga francesa en los años setenta. Internacional en diecisiete ocasiones con la selección gala, en 2008 declaró públicamente su homosexualidad. Una de sus manifestaciones al respecto supone un diagnóstico desolador: "tras salir del armario recibí muestras de apoyo, pero ninguna del mundo del fútbol".

Jesús Tomillo tiene veintiún años y fue el primer árbitro español en reconocer su homosexualidad. Colegiado de categorías infantiles, la campaña de insultos y barbaridades que soportó fue de tal calibre que no le quedó más remedio que abandonar su vocación. El fútbol moderno es cada vez más anacrónico y antipático. Encantado de conocerse a sí mismo y refugiado en su burbuja, le cuesta tomar decisiones drásticas ante el racismo y la xenofobia que siguen campando por las gradas o cuando una buena parte de una afición entona cantos en los que se justifica la violencia machista. Es curioso comprobar cómo el fútbol enfatiza su vínculo con la calle y con el mundo sólo cuando le conviene. Porque en la calle y en el mundo, por desgracia, no escasean las agresiones contra las mujeres y las agresiones racistas y homófobas.

Una de sus torpezas principales es atender solamente a las consecuencias y casi nunca a las causas. Y en atajar los orígenes tienen tanta responsabilidad los clubes y las instituciones como nosotros, los ciudadanos. Si a pocos metros de mí, en la grada del Tartiere, un chaval tiene por costumbre llamar "marica" al jugador rival para insultarlo y nos quedamos de brazos cruzados, somos tan causantes de lo peor como el que más.

Por algo es tan encomiable la campaña que promovió el pasado fin de semana la extraordinaria revista Panenka, invitando a los clubes españoles a llevar un brazalete arco iris como símbolo de la lucha contra la homofobia en el fútbol. Las posturas más cínicas o escépticas dirán que son gestos realizados por conveniencia o corrección política. No reparan en que las necesidades urgentes sólo entienden de hechos.

Entre los clubes que apoyaron la iniciativa estuvo el Real Oviedo. Erice, capitán del equipo, saltó al campo con el arco iris rodeando su brazo. El domingo fue un domingo de ver más allá de nuestras narices: la tragedia del Chapecoense y la lógica solidaridad con las víctimas. Santa Bárbara bendita sonando por los altavoces para recordar el día de la patrona de los mineros, que forman parte de nuestra cultura y de nuestra identidad.

El partido contra el Nàstic fue un día más en la oficina que acabó, afortunadamente, con la victoria azul. El Oviedo gana con más trabajo que brillantez y Michu parece cada vez más en forma y más enchufado. Pero la victoria más importante de la última jornada fue la conseguida por tantos clubes que se sumaron a la campaña de Panenka. No han sido pocos, es cierto, pero cuánto mejor hubiera sido un seguimiento masivo.

Sea como sea, los equipos que dieron un paso adelante ganaron los tres puntos más importantes del campeonato. Conviene citarlos, para que se sepa. Al menos a los representantes del fútbol profesional: Sevilla, Deportivo de la Coruña, Granada, Leganés, Espanyol, Eibar, Las Palmas, Sevilla Atlético, Cádiz, Girona, Rayo Vallecano, Huesca, Reus y... el brazalete de Erice dando color al Tartiere. El domingo me sentí más orgulloso que nunca de ser del Oviedo.

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