El filósofo estadounidense Thomas Nagel publicó en 1974 un artículo titulado "Cómo es ser un murciélago" que parece escrito para explicar lo que está ocurriendo con el delantero del Barça Paco Alcácer. No es sólo que Alcácer haya sido jugador del Valencia, en cuyo escudo hay un murciélago, sino que, del mismo modo que no podemos saber qué es ser un murciélago para un murciélago, es absolutamente imposible que los aficionados entendamos qué es ser un goleador de élite que no mete goles para un goleador de élite que no mete goles como Alcácer. Veamos.

Nagel nos propone en su artículo que imaginemos que tenemos unas membranas en los brazos que nos permiten volar al caer el sol y cazar insectos con la lengua al alba; que tenemos una vista muy limitada, y que percibimos el mundo mediante un sistema de emisión de signos de alta frecuencia sonora; que pasamos el día colgados cabeza abajo del techo de un ático. Por muy bien que imaginemos todo esto, sólo sabríamos cómo sería para nosotros comportarnos como un murciélago, pero de ninguna manera sabríamos cómo es ser un murciélago? para un murciélago. De acuerdo, podemos imaginar que somos el delantero centro de uno de los mejores equipos del mundo y que tenemos a nuestra disposición un grupo de futbolistas capaces de regalar pases de gol como quien reparte caramelos pero que, con todo, pasan las semanas y somos incapaces de marcar un gol; que jugamos partidos de Liga, de Copa del Rey, de la Copa Catalunya y de Liga de Campeones y que no hay manera de ver puerta; que somos titulares, o jugamos la segunda parte, o los últimos minutos, y en ningún caso hemos podido celebrar un gol. Por muy bien que podamos imaginar todo esto, sólo sabríamos lo que es ser para nosotros un delantero en sequía permanente, pero no podríamos saber lo que es no marcar goles para un delantero que no marca goles. Existen experiencias que, como humanos, jamás podremos experimentar (la forma de percibir de los murciélagos, por ejemplo, que es completamente distinta a la de cualquiera de nuestros sentidos). Y existen experiencias futbolísticas que, como futboleros, jamás podremos experimentar (la falta de gol de un goleador de élite fichado por una millonada por un equipo que confía en sus goles). Nagel habla del carácter subjetivo de la experiencia: una cosa es ser un organismo particular (un murciélago o un delantero centro), y otra cosa es serlo de un modo determinado para ese organismo.

En fútbol, hay hechos que no son físicos o, al menos, no son sólo físicos. La incomprensión que los futboleros tenemos de los hechos que rodean el extraño caso de Paco Alcácer se debe a la naturaleza subjetiva de estos hechos, es decir, a que hay que ser Paco Alcácer para comprender lo que es ser Paco Alcácer después de su pelea con el gol. Todos los futboleros hemos tenido rachas horribles en los partidillos de fin de semana en las que parecía que nunca, jamás de los jamases volveríamos a marcar un puñetero gol, o a defender un córner como hay que defenderlo (un saludo desde aquí a la defensa del Barça en el gol de Ramos en el Camp Nou), o a parar un disparo sencillito y a media altura. Pero eso es como imaginar que volamos, cazamos insectos en la oscuridad y emitimos chillidos de alta frecuencia y detectamos sus ecos tras rebotar en la superficie de los objetos. Ni una mala racha en los partidillos de los fines de semana nos convierte en Alcácer, ni cazar insectos en la oscuridad nos convierte en murciélagos. No sabemos nada.

Bueno, sí, hay una cosa que sabemos con seguridad. Sabemos que cuando Alcácer marque un gol, el delantero valenciano volverá a ser un murciélago. Y sabemos otra cosa. Sabemos cómo será la alegría de Alcácer porque, y de eso no hay ninguna duda, no hay ninguna diferencia entre marcar un gol en la final de la Liga de Campeones y marcar un gol en un partidillo entre amigos un fin de semana.