Finalizadas las Navidades y finalizadas las vacaciones, el Sporting regresa esta tarde a la competición en Las Palmas de Gran Canaria, país de la eterna primavera. Una primavera que necesita el equipo del gran timonel para iniciar la salida de las profundidades de la clasificación. El equipo llega a una cita crucial con un cargamento de bajas entre lesiones, más o menos cortas, más o menos largas, y sanciones. Una cita crucial, damas y caballeros, señoras y señores diputados, porque a estas alturas de la dura competición ya no vale la disculpa aquella de que no hay finales todavía, quedan muchas jornadas y valoraciones semejantes. La Liga avanza y los territorios están tan marcados que no merece la pena detenerse a analizar la geografía de los mismos. El trago amarillo de esta tarde guarda un relieve que nadie, ni los protagonistas, se atreve a minimizar.

El fútbol da tantas vueltas que a primeros de enero vemos cómo cae un entrenador de uno de los colistas, Joaquín Caparrós, quien durante el pasado verano hizo el recorrido por los espacios deportivos radiofónicos de la medianoche hablando de su inminente nombramiento como seleccionador nacional. Se quedó sin el sillón de sucesor del señor marqués don Vicente del Bosque, que fue para Julen Lopetegui, y avanzado el otoño acudió a salvar a Osasuna, hundido en la tabla. "Vengo a este club porque respira fútbol", dijo el utrerano el día que fue presentado en Pamplona. El equipo no levantó cabeza, de derrota en derrota hasta la destitución final. Caparrós, un estimable entrenador al que el arroz parece que se le está pasando, es el penúltimo ejemplo de las vueltas que da el fútbol, que, sobre todo a los entrenadores, lleva a sus protagonistas montados en una ola marina de puro temporal. Los equipos de la zona baja, con la excepción del Sporting, se ven sometidos a la sangría de técnicos, con dos o tres ocupantes de sus banquillos, casos de Valencia y Osasuna.

Con ese panorama, al Sporting se le van acumulando las jornadas sin sumar puntos. Los propósitos de enmienda son claros y manifiestos, pero han de trasladarse a la clasificación. El equipo está obligado a salir de los dichosos doce puntos actuales, frontera en la que se han instalado los jugadores, primeros responsables de sacar la situación adelante. A la hora de jugar los partidos ya no valen disculpas de errores de este o aquel responsable, de fallos en este o aquel capítulo de la planificación de la temporada. Hoy sólo tienen la palabra los jugadores.

Por cierto, que diría García Ferreras, la aparición de Lillo en la lista de viajeros puede que indique que el gran timonel va a apostar por los tres centrales y los dos laterales largos, que se dice ahora. Cada partido tiene su afán y el de esta tarde tiene como primer afán cerrar el camino del gol a los locales de Quique Setién.

El año, ya lo verán, tiene que comenzar bien para el amplio mundo rojiblanco. Cambia el año, pero no las buenas costumbres; por eso, si pregunto, ¿molesto?: ¿Qué opinión tiene Esuperio de los seiscientos mil del ala? ¿Están dentro o no de los precios de mercado? Próxima parada, Capuchinos.