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Fondo Norte

El gran timonel no pudo terminar su gran obra

El Molinón no engaña: el final del partido ante el Eibar demostró que la situación era insostenible para Abelardo

La derrota ante el Eibar y el final del partido anunciaban el final del ciclo que lideraba Abelardo Fernández Antuña, autor de dos milagros: ascender al Sporting con un equipo pensado para no descender y mantenerlo en Primera con cuatro chavales de casa y unos cedidos casi en edad juvenil. El Sporting del domingo demostró que la situación era insostenible para el gran timonel, al que alguno escondido en las masas madrileñas había degradado a pequeño grumete desde hacía semanas. Abelardo confesó que se sentía con fuerzas para sacar al Sporting de la cola, pero tanto él como el consejo, que improvisó un apoyo convincente en la boca de Fernando Losada (de casta le viene), sabían que no era así. El equipo no carbura desde la cuarta jornada de Liga y las quejas populares iban in crescendo. Se ve que en el día más triste, el lunes, hubo movimiento de tropas en Mareo. Ayer, por lo visto, se sabía de la dimisión de Abelardo desde primera hora de la tarde, aunque no se oficializó hasta horas después.

El gran timonel no pudo terminar su gran obra porque le fallaron los fichajes realizados en verano. No fallaron ni uno, ni dos, ni cinco, fallaron nueve de los once recién llegados y dos, los porteros, están inéditos. El ciclo llega a su fin dos años y medio después de iniciado. El Sporting devora entrenadores, y más a los de casa, sin memoria de los éxitos pasados.

Pero la ley del fútbol se ha cumplido de forma inexorable. El Sporting era el único de los mal clasificados que no había cambiado de entrenador. Ayer, día de descanso para la plantilla, se anunció el relevo. El trago lo estarán pasando Abelardo y los suyos, y entre los suyos habrá que incluir a los miembros del cuadro técnico, pero la papeleta pasa a manos del consejo, que hoy mismo tendrá que afrontar una tensa junta de accionistas. El consejo no puede fallar en el fichaje de un entrenador que tiene que cambiar el signo de un equipo no roto, sino sin hacer. Abelardo sufre la crueldad del fútbol: falla cuando tiene un equipo hecho a su medida. "Este año duermo mejor", confesó en los pocos días buenos del inicio de temporada. Con una plantilla escogida por él, ha de dejar el banquillo rojiblanco en una decisión que le habrá sentado como una lanzada en el costado.

La realidad, damas y caballeros, señoras y señores diputados, nos dice que resta la mitad de la Liga para enderezar la nave, algo que queda en manos del entrenador que se contrate y de unos jugadores que tienen que salir del barro de los fracasos individuales y colectivos. Tiempo hay; veremos si hay acierto y las dosis de buena suerte necesarios para la empresa.

El consejo se queda ahora sin parapeto. Se lo dijo hace muchos años el vicepresidente del Real Madrid Raimundo Saporta a un presidente del Hércules que le anunció la destitución del entrenador del equipo. "No lo eche, presidente; los aficionados que ahora protestan contra el banquillo, se volverán al palco". Y así fue. El consejo rojiblanco tiene que afinar el lápiz y acertar de pleno en la contratación del nuevo responsable rojiblanco. El consejo y no otras instancias. Próxima parada, Cruz Roja.

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