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Abelardo es historia

Sobre los méritos que quedarán para la hemeroteca, como el histórico récord de partidos consecutivos sin conocer la derrota

En el momento en el que escribo estas líneas, desconozco los términos exactos en los que se habría firmado la rescisión del contrato que ligaba a Abelardo como entrenador del Sporting hasta junio del 2020. Y es casi seguro que cuando usted las lea, sigan sin conocerse. E iría aún más lejos: me atrevería a apostar a que nunca serán conocidas con exactitud. Lo contrario sería una novedad en Real Sporting (Sociedad Anónima Deportiva para desgracia de todos los sportinguistas), que ha hecho del oscurantismo su religión y de la contabilidad creativa una ciencia. Pero según algunas fuentes, Abelardo habría renunciado a cobrar el resto del contrato que le quedaba aún por cumplir e incluso, a la mitad de lo que le correspondería por lo que resta de la presente temporada. En total una suma nada desdeñable y un gesto que no acostumbra a verse en el fútbol actual. Que quede constancia.

Lo que sí puedo transmitirles sin temor a equivocarme, es que el martes 17 de enero, justo un día antes de la Junta General Ordinaria de Accionistas (¿mera casualidad?), Abelardo habría presentado su dimisión por la mañana y a pesar de la petición del Consejo para que como se suele decir coloquialmente, 'le diera una pensada', el Pitu, entrada la tarde, no habría hecho sino ratificarse en la decisión tomada. Lo curioso es que sin apenas tiempo para digerir la noticia del adiós de Abelardo, nos hemos encontrado de forma casi inmediata con el nombre del nuevo timonel -permítame el maestro Don Julio Puente apropiarme de este término- de la nave rojiblanca: Joan Francesc Ferrer Sicilia, más conocido en su profesión como Rubi. Aunque todo sea dicho, lo de 'Rubí' a muchos les pueda sonar más a nombre de telenovela o al de piedra preciosa. No han tardado así algunas mentes malpensadas (quizás no tanto), en creer que en el consejo dan por hundida la nave, y estarían de este modo planificando la próxima temporada ya en Segunda, incluyendo para ese enésimo proyecto al flamante nuevo entrenador.

Volviendo al ya exentrenador del Sporting, en el fútbol, cuando se produce una situación como esta, no ocurre como en los funerales (que me disculpe aquel a quien pudiera molestarle la comparación), en los que al finado en la mayoría de las ocasiones, poco menos que se le eleva a los altares, aunque su vida no hubiera sido precisamente un ejemplo de rectitud. En el fútbol no. Aquí por un lado podemos encontrarnos con que algunos de los que pedían la cabeza del entrenador, celebran públicamente y sin ningún tipo de pudor su fallecimiento deportivo y por otro, a aquellos que le expresan su eterno agradecimiento por los servicios prestados y los éxitos logrados. Entre estos últimos también se encontrarían los que ante la actual situación de total deriva deportiva en la que se hallaba inmerso el Sporting (la otra deriva, la económica, no es para nada algo actual, sino más bien sería como las nieves perennes), sintiéndolo quizás más que nadie, no veían otra solución que la destitución de Abelardo. Y es que lo cortés no quita lo valiente. Es difícil en todo caso establecer con exactitud quiénes de los mencionados anteriormente conformarían el grupo más numeroso, pero si nos guiamos por lo que dictan las redes sociales, diría que son las muestras de sincero agradecimiento (porque también las hay más falsas que las cuentas que cada año presenta el Consejo) las que de largo han prevalecido. Y a esas muestras de gratitud y de reconocimiento quiero aquí sumarme. Y quiero hacerlo además de manera rotunda.

Porque más allá de los errores que Abelardo haya podido cometer (¿hay alguien acaso que no los cometa?), de alguna que otra salida de tono y de su empecinamiento con ciertas decisiones personales, ante la desesperación de la mayoría de la afición, lo que en estos momentos debe prevalecer es todo lo positivo que ha traído a este club. Porque es absolutamente cierto que como afirmó, cogió un equipo en ruinas, al borde de la desaparición y con 'cuatro amiguinos' (aquellos sí que lo eran y no los de ahora, que de amigos, algunos tienen lo justo) logró lo impensable: un ascenso y una permanencia a cuál más meritoria.

Por desgracia, y Abelardo es el primero que lo sabe, en el fútbol el entrenador vive permanentemente con la soga al cuello. El presente y los resultados son los que mandan y ante la imposibilidad de llevar a cabo la propuesta que Lillo planteaba la semana pasada, resulta mucho más sencillo despedir a un entrenador que echar a diez o doce jugadores. Le pasó al añorado por muchos sportinguistas, Manolo Preciado, y le ha pasado ahora también al Pitu. Y si a aquel se le erigió una estatua y se le puso su nombre a una alameda, me pregunto qué no habría que hacer con Abelardo.

Porque sí: Abelardo es ya historia. Pero al contrario de lo que alguno de ustedes al leer el título de esta columna pudiera haber interpretado de manera errónea como una condena al olvido, el sentido de mi afirmación es totalmente distinto. Para mí el Pitu ha cerrado con su adiós uno de los capítulos más brillantes de la historia del Sporting y que tardaremos muchos años en olvidar. Para la hemeroteca quedará entre otros méritos, el histórico récord de partidos consecutivos sin conocer la derrota. Por todo ello, una vez más, gracias Abelardo.

Dicho lo cual, ahora no queda otra que seguir apoyando al equipo como hasta ahora y especialmente al nuevo máximo responsable de la plantilla. Tiene por delante una ardua tarea. Toda la suerte del mundo para él y por encima de todo y de todos, ¡aúpa Sporting!

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