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El Abelardismo

El fin de un concepto del fútbol que ilusionó y emocionó a los sportinguistas

Cuando Luna marcó el tercer gol del Eibar, con la complacencia de Lillo y Amorebieta, si yo hubiera estado en el pellejo de Abelardo, habría tomado en ese instante la decisión final, que quizá llevase barruntando hace tiempo: "A rascala, ahí os quedáis", pensaría mientras le daba una patada al caldero. Ese gol fue la representación última de una temporada sin juego, sin futbol, sin competitividad, sin intensidad, sin espíritu, sin alma, sin ganas... Partido tras partido se jugaba como siempre de mal y se perdía como de costumbre, ante la creciente indiferencia de la afición. Abelardo, incapaz de "dar con la tecla", y probó todos los sistemas y a todos los jugadores, fue víctima de los malos resultados. Cometió errores, dentro y fuera del campo, y se le vio impotente e irascible. Pero se fue dando una lección de sportinguismo. ¿Quién perdona hoy cuatro millones de euros? Máxime cuando el consejo se pone sueldo en uno de los peores momentos del club. Estoy de acuerdo con que los profesionales cobren por su labor, pero ya que no son pobres precisamente, ¿por qué no perciben sus emolumentos según su eficiencia?

Si Abelardo ha pagado con su dimisión el mal juego y los pésimos resultados, Nico Rodríguez debe responder por la plantilla que confeccionó con trece fichajes. Un equipo diseñado para dar un salto de calidad y no volver a pasar apuros, se justificó entonces tanta incorporación. Ninguno de los objetivos se ha conseguido. A día de hoy (y utilizo un temporal), no pasa de ser un grupo de jugadores "contratados" (lo digo con fineza), sin actitud ni aptitud demostrada, indolente y abúlico, que deambula por el campo y suele borrarse de los partidos. De los trece fichajes sobran dedos de una mano para salvar alguno. Si se fueran ahora (otro temporal), la grada de El Molinón no les echaría de menos. Unos aficionados con los que no han llegado a empatizar ni por su juego ni por su esfuerzo.

El mismo director deportivo responsable máximo del fiasco, así se demuestra al menos hasta el día de hoy (un temporal más), de la plantilla es el encargado de buscar refuerzos (la gran esperanza es un suplente de un equipo de la segunda división inglesa) y al nuevo entrenador. Nada tengo en contra de Rubi. Tampoco a favor, por el momento (sigo relativizando), ni ha ascendido a ningún equipo, ni lo ha mantenido en Primera. Se le adjudica el gusto por el buen juego, la presión y el ataque. Dice Josu Uribe que tiene el ADN del Barcelona, que está muy bien, pero aquí no tendrá esos jugadores o no lo han demostrado aún. Deseo que en el banquillo del Sporting alcance el éxito, porque será también el nuestro.

He utilizado en varias ocasiones expresiones temporales porque el fútbol es cambiante, resultadista y dicen que no tiene memoria. Ojalá a partir de ahora el Sporting se convierta en un equipo ganador que consiga la permanencia y se reconcilie con la afición. Si así fuera, como deseo, la duda de si los jugadores se comportaron como meros "contratados" (lo sigo diciendo con fineza) y le doblaron las sábanas a Abelardo, pasará a ser certeza. O eso, o Abelardo, que ascendió a un equipo de guajes y lo mantuvo en Primera, sólo es un milagrero....

Lo peor es que con el Pitu se nos va el "Abelardismo". La recuperación del espíritu de los guajes, de Mareo, de los equipos de casa reforzados, de la comunidad con la grada, de la Mareona entregada y empujando con sus fuertes marejadas... Un sueño traicionado, pero ésa es una historia para otro día. A Abelardo los sportinguistas le deberán siempre haber recuperado la ilusión, el entusiasmo, la emoción, la creencia en los milagros. Y aunque el fútbol tenga la memoria corta, nunca le podremos olvidar. Yo no lo haré.

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