Salvo los más jóvenes, los seguidores del Sporting que peinan canas recordarán a un grupo de la movida madrileña que hizo efímera carrera en los primeros años ochenta. Se llamaban "Rubi y los Casinos" y lo lideraba una rubia argentina despampanante.

Esa señora, hoy cincuentona y abuela, por muy austral que sea su procedencia, no tiene nada que ver, que se sepa, con el fútbol. En materia futbolística, ya saben, Rubi es el apelativo, se supone que cariñoso -a ver lo que tardan los coñones de la grada en apodarle- que corresponde al nuevo entrenador del Sporting, que le ha tocado marcar el ritmo a un equipo que desafina y que en nada recuerda al conjunto "beat" del Sporting de los años gloriosos.

Viendo el partido de ayer del Sporting, hay algunos detalles que apuntar ya en la libreta de los haberes del nuevo técnico. El primero, que algunos que no podían con las botas -o no querían poder, según el relato de finos analistas- corrieron ayer como gamos. Qué manera de presionar desde el inicio sobre la salida del balón del Betis; qué velocidad para desplegarse, después de tantas semanas al trantrán, aunque en ocasiones hubiera convenido un toque de pausa. Rubi consiguió acelerar a los cansinos, que se habían malacostumbrado a la quietud temerosa de la cueva.

Lo mejor del primer Sporting del técnico recién llegado es que tres meses después logró mantener su portería a cero; el 4-1-4-1 dio para amarrar pero no sirvió para mover la turbina del juego de ataque, si bien Cop tuvo en sus botas la ocasión más clara del partido, que se fue como un imán al poste. No es bagaje suficiente, sin embargo, crear dos míseras ocasiones cuando se pretende salir del pozo. Pero lo dicho: aún estamos en Primero de Rubi, y la primera lección es no conceder hemorragias en la yugular del área; en las próximas semanas iremos comprobando si los futbolistas se aplican en el temario de las asignaturas del fútbol ofensivo,

A ver si se mantiene la tapadera defensiva como ayer -aunque los centrales siguen dando miedo cada vez que les llegan balones llovidos desde el córner o en jugadas de estrategia- y mejoran a la vez las prestaciones de ataque de un equipo que se ha mostrado romo a lo largo de la primera vuelta. La única forma de sumar y coger el ascensor desde la planta sótano es encajar menos y anotar más. Por lo menos Rubi hace correr más a los cansinos, que ya es algo. Por algo se empieza. Sandoval motivaba a los jugadores haciéndoles escuchar la fiesta pagana del Mago de Oz; Abelardo, siempre sobrio, no era dado a esas gaitas. Tal vez Rubi saque algo de esta tropa si ameniza los entrenamientos con "yo tenía un novio que tocaba en un conjunto beat"...