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Alberto Menéndez

Sorprendentes altibajos

El Oviedo de ayer ante el Mallorca tuvo momentos brillantes. No es que fueran muchos, pero durante algunos minutos, tanto del primer tiempo como del segundo, se mostró como un conjunto compacto, capaz de hilvanar jugadas de mérito y, sobre todo, de dar la imagen de un equipo dominador, seguro de sus posibilidades. Lo malo es que, una vez más, los azules alternaron estos destellos de calidad con periodos de juego muy tristes, desesperantes incluso. Ciertamente, ayer, los oviedistas fueron menos vulnerables que en los últimos partidos disputados en el Carlos Tartiere. De los de fuera de casa vale más no hablar.

El equipo de Fernando Hierro se mostró más serio en defensa de lo que venía siendo habitual y no concedió apenas oportunidades de gol a los jugadores del Mallorca. A ello probablemente haya contribuido la mayor consistencia del centro del campo en tareas de contención.

Resulta muy difícil de entender cómo un equipo que durante el primer cuarto de hora del partido domina al contrario en todas las facetas del juego, que marca un gol aparentemente legal -aunque fuera anulado- y poco después logra otro que sí sube al marcador; un equipo que mueve el balón con sentido y trenza jugadas de mérito pase, sin más y cuando nadie se lo espera, a ser dominado, se encierre en su área, se olvide del ataque y facilite con su dejadez (o nerviosismo, o como se quiera llamar) el empate del Mallorca.

Es evidente que el Oviedo sabe hacer buen fútbol (para lo que se estila en Segunda). Lo demostró ayer durante el primer cuarto hora del encuentro y, también, a lo largo de algunos minutos de la segunda parte, los que coincidieron con una clarísima oportunidad de Linares y el tanto de cabeza del debutante David Costas, de quien se espera que sea el acicate que sirva para poner fin a los problemas de confianza defensiva de los azules. Al menos el gallego comenzó con buen pie. Ahora habrá que ver cómo responde lejos del Tartiere y si su ayuda será suficiente para que el Oviedo se recomponga de una vez por todas fuera de casa y dé una imagen radicalmente distinta a la de las recientes goleadas.

Era y es evidente que el equipo necesita cambios. Ayer, por segundo partido consecutivo, el canterano Johannesson demostró que tiene un puesto en el equipo. Si a eso unimos su sintonía con la grada, miel sobre hojuelas. Aunque fuese obligado por las circunstancias no está nada mal que Hierro haya rectificado su opinión sobre este jugador que desapareció sin motivo aparente de las alineaciones azules cuando Generelo se hizo cargo del equipo la temporada pasada, con los "brillantes" resultados por todos conocidos. Y así estuvo el seleccionado islandés, en el ostracismo, hasta el partido de Almería.

Y otra semana más los seguidores azules esperan que, de una vez por todas, Fernando Hierro encuentre la tecla (física, psicológica, táctica) adecuada para que el Oviedo logre por fin una victoria lejos de Asturias que le enchufe de verdad a los puestos altos de la clasificación. Miranda de Ebro no parece mal sitio para conseguirlo. Pero tampoco lo era Almería, con su equipo de farolillo rojo, y ya se vio lo que pasó.

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