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Ética y estética de Armando

En recuerdo de un ovetense que dejó huella porque veía el deporte como vía para hacer amigos

El deportista que vemos en esta foto de los años 50, un portero de hockey tan valiente como suelen serlo todos, parece sonreír impertérrito ante el obús que en forma de bola maciza podría dejarle sin dientes. Y observamos asimismo que su desdén frente al peligro no atrae a demasiada concurrencia. Apenas una pandilla de críos, que además probablemente estén ahí fascinados sobre todo por el nuevo juguete que hace furor en Oviedo: Los patines. Por lo demás, la instalación es bien precaria, con cuatro tablones perimetrales y un muro sobre el que alguien ha colgado unas gabardinas. En su conjunto, una humilde puesta en escena para un hockey que, pocos lo supondrían entonces, llegaría a dar días de gloria al deporte ovetense.

Como ya habrán adivinado, el portero es Armando Álvarez Palacio, que hace poco nos dejó después de una vida intensa en la que abordó exitosamente múltiples iniciativas. Hizo mucho y todo lo hizo bien, aunque seguramente sea su bonhomía la que mayor impresión causó. Deliberadamente, he dejado transcurrir unos días desde su fallecimiento antes de ponerme al ordenador para desgranar algunos recuerdos ya reposados. Como sastre que era gustaba Armando de presentarse impecable en su vestimenta, luciendo una estética de la que bien puede afirmarse que concordaba con su ética. La rectitud y buen talante le hicieron granjearse numerosas amistades en campos de lo más variopinto. Sus clientes de la sastrería eran amigos, como también lo eran los compañeros de la sociedad micológica La Corra o de la Cofradía de los Quesos. Hizo amigos incluso entre los rivales de su querido Cibeles, que presidió con mucho acierto y situó a la altura de los mejores equipos catalanes, quienes hasta entonces, años 70, habían sido hegemónicos. Se recuerda un ejemplo bastante revelador. El Ateneo Agrícola Noia, un club catalán de los más señeros, representante de una comarca famosa por sus bodegas de cava como es el Alto Penedés, fue de los primeros en rendirse a la afabilidad de Armando. Los partidos entre Cibeles y Noia se cuentan entre los más disputados -memorable resultó su semifinal copera de 1981-, pero eso no enturbió unas buenas relaciones que la Federación Española llegó a poner de ejemplo para otros clubes. El deporte como vía para hacer amigos era la divisa de Armando, quien institucionalizó un intercambio de presentes que en el caso del Noia incluía chocolate por parte ovetense y cava por la catalana. Así inventó el "tercer tiempo" en hockey.

Armando era una persona dotada de habilidades sociales y que sabía administrar bien su imagen, aunque siempre desde la sinceridad. Había que ser un necio para no corresponderle. Sin embargo, algún desengaño tuvo, y recuerdo uno que le molestó especialmente. En 1980, con el Cibeles en la cumbre de su gloria tras ganarle al Barça la final de la Copa del Rey, surgió la posibilidad de una gira por Argentina. Fue un episodio que le causó tal impacto que incluso lo llevó al libro "Regios Patines". Cuenta ahí Armando que habían apalabrado el contrato con un promotor americano para jugar tres amistosos en Argentina -con opción a otros en Brasil-, pero que a la hora de la verdad el tal promotor resultó ser un estafador de mucho cuidado. El fraude se descubrió cuando, en compañía del periodista televisivo Agustín Santarúa, voló a Buenos Aires para firmar los papeles. El interlocutor se había esfumado. "A los españoles les han vendido un tranvía", tituló a todo trapo el diario "La Nación". Armando estaba indignado, máxime porque la afición ovetense daba por hecha la gira. Pero entonces se produjo un golpe de suerte. Se entrevistó con el presidente del Centro Asturiano, José Antonio Nespral, y éste pronto empatizó con él para generosamente ofrecerle ayuda económica. "Lo que había comenzado de forma tan nefasta se convertiría en algunos de los pasajes más emotivos vividos por la expedición cibelista, con los encuentros disputados en Buenos Aires, Mar del Plata, San Juan y Mendoza", dejó escrito Armando en el epílogo de "Regios Patines". Y haciendo especial mención a los agasajos recibidos de los asturianos de Argentina, que brindaron a la expedición una sucesión de homenajes a cual más emotivo. Finalmente sí hubo gira y además fue un rotundo éxito.

De Armando Álvarez Palacio, como conclusión, puede afirmarse que su talla de dirigente era tan enorme que podía elevar la anécdota al rango de categoría. En cualquier gestión, en cualquier detalle por nimio que fuera, dejaba siempre su sello de persona tolerante, comprensiva y educada, además de culta. Así le recordamos sus muchos amigos.

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