La megafonía del tren de la Liga da el anuncio por los altavoces: "Próxima estación, Butarque". Pero los buenos entendedores saben que ésa es la siguiente y ya la última parada para que el Sporting se pueda subir al convoy que mantendría las esperanzas de llegar al destino final, que no debiera ser otro que la permanencia. Resulta extraño que ya en febrero se tengan que afrontar estas finales en las que si no se consiguen los tres puntos, prácticamente el equipo queda descartado. Se tienen que haber cometido muchos errores por el camino. Demasiados.
Y precisamente en ese modesto Butarque (poco más de diez mil espectadores) espera el animoso Leganés, que se aferra al sueño de la permanencia de la mano de Asier Garitano, que sabe las cartas que tiene en la mano y juega con cordura sus posibilidades. Una solitaria victoria en casa ante Osasuna es su raquítico bagaje ante los suyos, pero que se compensa con los tres triunfos conseguidos en los desplazamientos donde también marca más goles que en su terreno. Todo ello anticipa el perfil de este equipo, sobrio en defensa y tremendamente eficaz ante las alegrías del contrario. Equipo en el que, por cierto, milita el exsportinguista Guerrero, con estas cifras: quince partidos jugados y tres goles. No está mal, como tampoco lo estuvo en la temporada del ascenso rojiblanco, en la que fue máximo realizador en el regreso a Primera. El salto de calidad que, supuestamente, dio el equipo le abrió la puerta de salida.
Y en este brete están los rojiblancos, que pondrán en escena una nueva alineación en la que probablemente aparezcan los tres refuerzos invernales, cada uno en una línea. Después del desaguisado ante el Alavés B, plagado de suplentes, hasta los más optimistas se tientan la ropa. Pero como dijo Boskov, aquel entrenador del Sporting: "Fútbol es fútbol".
