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De cabeza

El pasado del futuro

La afición es una de las raíces del fútbol, esa afición que no se conforma con ver el partido por televisión

Sin contar con el pasado se tarda más en alcanzar el futuro. No es un ejercicio de nostalgia. Tampoco una frase de autoayuda. Es una evidencia. Basta con fijarse un poco a nuestro alrededor. Con observar la naturaleza: no hay troncos ni ramas si no existen las raíces. Algo del partido contra el Mirandés me recordó a un pasado no tan lejano en el Oviedo. Será porque el equipo burgalés fue rival no hace tanto de los azules en Segunda B. O será por ese aire del Anduva a estadio de los de antes: a estadio alejado de fogonazos y micrófonos

Los aficionados oviedistas se desplazaron en buen número a disfrutar, por fin, de una victoria a domicilio. La afición es una de las raíces del fútbol. Esa afición que no se conforma con ver el partido por televisión y se expone al frío, la lluvia, el calor o a los horarios demenciales con tal de seguir a su equipo.

Dice Enrique Martín, extécnico de Osasuna y uno de los mejores extremos izquierdos de los años ochenta, que el fútbol ha ido perdiendo el arraigo. Arraigo es un sustantivo claramente vinculado con raíz y pasado. Son tres palabras que juegan en el mismo campo. Según Martín, uno sólo se acuerda del sentimiento y la historia cuando las cosas están jodidas.

Puede que el sentimiento y la historia no ganen partidos pero allanan el camino para hacerlo. Tiene razón el navarro: parece que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Yo procuro no olvidarme de ella ni cuando hace sol. El domingo, mientras el Oviedo culminaba su victoria en campo rival después de tantas jornadas, recordaba el pasado de barro y angustias que tanto duró. Es un error querer olvidarnos de él. Ese periodo que va desde 2003 hasta el ascenso a Segunda es nuestra raíz, nuestro arraigo.

Nadie como Michu personifica esa idea de que el futuro está compuesto por su pasado. Y Juan Mata: declarando que le gustaría acabar en casa su carrera.

Futuro y pasado. Pasado y futuro. O Saúl Berjón, confesando al final del encuentro contra el Mirandés que ha cumplido un sueño: jugar con Michu en el Oviedo. Ojalá sea cierto que vuelve el pasado para ocupar el futuro. O Borja Domínguez, el centrocampista recién llegado del Córdoba, manejándose con soltura en la zona del mediapunta: un puesto en vías de extinción. O David Costas, el central gallego, marcando goles con la soltura de un delantero.

Desde que venció en el Tartiere al Levante, el Oviedo no ha vuelto a jugar un partido así de completo. Los resultados ayudarán. Pero son hojas caducas. El lunes ya amarillean. Las raíces, en cambio, son discretas. Viven ocultas y en contacto con la tierra. Necesitan agua. No la furibunda de las tormentas. Mejor el agua mansa y constante del orbayu.

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