La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De cabeza

Los escritores

Después de la extraña derrota del pasado domingo será mejor que olvidemos a los personajes que reclaman más protagonismo

Sabemos que la vida y el mundo son una sucesión de historias. Es en lo que coincidimos, por ejemplo, un cazador siberiano y yo mismo. El cazador arrastra su relato allá donde va y yo llevo el mío a las espaldas con la resignación o la alegría que correspondan a cada momento. La diferencia entre el pasado y el presente estriba en que, antaño, importaba qué historia se contaba y ahora sólo nos preocupa quién es su autor o en su defecto quién la narra. Vivíamos arropados por el paternalismo del narrador omnisciente, ese tipo que lo sabe todo de nosotros y coge de aquí y de allá para hablarnos de lo que quiere hablar. Vivíamos confiados en que un campeonato de liga era la epopeya de unos sucesos y no una autobiografía saturada de intimidades. En Oviedo creció la desconfianza como una voz en off que apuntillaba cualquier entusiasmo. La trama de estos días atrás señalaba una dirección deseada pero a la vez temida: el partido contra el Tenerife era una gran ocasión y de ocasiones aprovechadas y echadas a perder está repleta la realidad y la ficción.

Dice Muñoz Molina que, a veces, hay personajes que se le rebelan y no quieren asumir el destino que les tiene deparado. Si creyésemos en el destino, el juego importaría más bien poco; así que después de la extraña derrota del pasado domingo será mejor que olvidemos a los personajes que reclaman más protagonismo y confiemos en el juego: porque del juego venimos y al juego vamos.

En una de sus fascinantes y enigmáticas narraciones, Borges cuenta la historia de Pierre Menard, autor del Quijote, un escritor desconocido y un tanto pedante que decidió componer no otro Quijote (lo cual es fácil, según él) sino El Quijote. Menard es un consumado maestro del relativismo y de la banalización; tiene la misión evidente de bajar los humos a los grandes propósitos y a los grandes episodios: "El Quijote es un libro contingente, el Quijote es innecesario". En nuestro caso, el personaje de Borges lo va a tener más complicado. Se nos podrá enredar con la retórica de los puntos merecidos y los puntos inmerecidos, pero con todos mis respetos a Cervantes, la estirpe oviedista es homérica. No por lo épico, sino por la paciencia y los miles de vericuetos que, como Ulises, tomamos para regresar a Ítaca.

Es imposible adivinar qué nos deparará la siguiente página: si un bufón, un asesino, una heroína, un guerrero o un sabio. El universo de la literatura está poblado de personajes y de escritores inolvidables.

Sin ir más lejos, cuando en el estadio tinerfeño pusieron en duda la identidad de Jon Erice, el navarro debió invocar a Flaubert y decir: Madame Bovary c'est moi.

Compartir el artículo

stats