La dramática noticia de la muerte de Celso llegó a la Redacción de LA NUEVA ESPAÑA poco antes de las once de la noche. A esa hora en la que el ambiente se relaja en la sección de Deportes tras una jornada intensa y en la que aprovechábamos para disfrutar con sus ocurrencias mientras sacudía el teclado del ordenador y preparaba un cigarrillo. Porque, además de un periodista extraordinario hecho a golpe de trabajo y vocación, Celso era una persona con un gran sentido del humor y su sola presencia hacía grata la labor de los compañeros.

Coincidimos toda la vida en esta bendita profesión. Desde hace casi cincuenta años. Él, casi un niño, ya trabajaba en "La Voz de Asturias" cuando yo llegué. Su misión principal era la de ir a recoger a la estación de autobuses los sobres en los que enviaban la información los corresponsales. Algunas veces se retrasaba y se le tenía que ir a buscar a los futbolines. Fue escalando por todas las secciones y por diversos medios. Seguimos juntos en Radio Nacional, en "Hoja del Lunes", "Asturias Diario" y en LA NUEVA ESPAÑA. También pasó por "Región". Celso era un magnífico representante del antiguo periodismo, del trabajo a destajo, del rigor y de la seriedad. Nadie como él manejaba el teléfono y nadie como él sacaba noticias de debajo de las piedras. Lo que los antiguos profesionales llamamos "periodismo de trincheras".

Muchos de sus reportajes fueron históricos y, en ocasiones, lo fueron aún más por las maneras que utilizaba para conseguirlos. Era un todoterreno que dominaba con amplitud todas las facetas profesionales, aunque especialmente los denominados deportes minoritarios y el fútbol de categorías inferiores. Aunque hace seis años que abandonó el periódico, siempre estaba pendiente de su información, con especial cariño a su San Claudio natal. La última conversación que mantuvimos fue hace ocho días para contar que el San Claudio estaba harto de las faenas federativas.

En pie hasta el último segundo, Celso fue fuerte defensor de sus ideas y el estandarte de un estilo de profesión periodística que, más rápido de lo deseado, va desapareciendo. Con la calma que tenías al final de cada jornada para alegrarnos las despedidas, ahora te fuiste demasiado pronto. Con mucha prisa. Esta vez nos fallaste. Celso, éste no era tu estilo.