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Fondo Norte

Del "agarrarse a Primera" a la desolación final

Los rojiblancos mandaron en la primera parte, pero el habitual despiste defensivo volvió a costar un empate que no basta

El locutor de El Molinón dijo al comienzo del partido que el Sporting se iba a "agarrar a Primera". Una buena frase que terminó en la desolación final cuando entre unas palmas a la voluntad, que diría el taurino, aparecieron unos silbidos, silbidos de decepción. El Sporting se puso por delante de un Espanyol cargado de oficio, pero reservón sin duda pensando que estamos en semana de tres partidos y que es necesario guardar fuerzas para el próximo fin de semana. Un empate más de los rojiblancos, un empate que los acerca un punto más al Leganés. Si los madrileños ganan hoy a una UD Las Palmas de compromiso habrán puesto seis puntos de distancia con doce por disputar. Reducir esa diferencia es posible, pero hará falta más de un milagro.

El Sporting de anoche, con Víctor Rodríguez y Nacho Cases en el medio del campo, salió con garbo y decisión y fue superior en el arranque a un Espanyol que dejaba hacer a los rojiblancos. Diego López acreditó su categoría, que es mucha, en un desvío a un cabezazo de Cop, en la mejor ocasión rojiblanca de la primera parte, excepción hecha del gol, obra de Víctor Rodríguez, que sorprendió al portero gallego en el saque de una falta esquinada a la que los catalanes no pusieron barrera. El Sporting llegó al descanso con ventaja, un detalle que suele ser crucial en los tiempos que corren, pero que no lo es para este equipo mal construido y peor desarrollado.

Nada más iniciarse el segundo acto se vio que la superioridad de la primera parte cambiaba de bando. Leo Baptistão sustituía al inoperante Caicedo y el Espanyol pasó a controlar el juego. El recién llegado se dejó notar en seguida y aprovechó el tradicional despiste defensivo para habilitar a Gerard, que superó con facilidad a Cuéllar para rematar a puerta vacía.

Entonces apareció el ADN de este Sporting, que desprecia el centro del campo desde los tiempos del llorado. Nacho Cases, que estaba haciendo un gran partido, a la ducha para que apareciera Carlos Castro, que no fue el revulsivo de Pamplona. Burgui se enredó en su melancolía porque ha descubierto que los defensas le han tomado la matrícula y Cop falló la ocasión de su vida. La ofensiva final enervó a las gradas, pero no dio para más que para algún saque de esquina y para que Melero, siguiendo la moda de Gil Manzano, se resistiera a señalar unas manos en el área visitante, que vio, pero que no quiso señalar haciendo unos aspavientos extraños. Y así, otro empate. Los empates igual no bastan. A la salida del Anfield del Piles había vuelto el invierno. Si pregunto, ¿molesto?: ¿qué planes tiene Esuperio? Próxima parada, Capuchinos.

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