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El observatorio

La cruz del desengaño

Ante el Espanyol el Sporting fue incapaz una vez más de ganar un partido decisivo

El desengaño para el Sporting se escribe con equis, la que da signo al empate en las quinielas. Es la última forma que está adoptando su cruz en esta temporada. Y es que el Sporting convirtió su oportunidad ante el Espanyol en un desengaño más. Es su especialidad en esta, para los rojiblancos, infausta Liga. Ya no pierde cada partido supuestamente decisivo. Ahora los empata. Pero el efecto es el mismo. El espacio que lo separa de la superficie en la que se puede sacar la cabeza para respirar se mantiene poco menos que invariablemente lejano. Es un equipo hundido, aunque las matemáticas le ofrezcan una teórica oportunidad, que pasaría por lo que parece poco menos que un imposible: que gane los partidos. En todo lo que va de Liga sólo lo ha logrado en cinco ocasiones. Su condena, que cada vez parece más irremediable, no es por casualidad.

Como siempre, o así

No por mil veces repetido, habrá que insistir que el desastre del Sporting en esta temporada empieza porque tiene una plantilla muy poco competitiva para lo que exige la Primera División. Esa carencia básica se llevó por delante a Abelardo y está complicando hasta lo imposible los intentos de Rubi para rectificar la trayectoria de un equipo que se caracteriza por no ser capaz, salvo milagro, de mantener su portería a cero, y al que le cuesta una barbaridad marcar un gol. Ayer se pudo ver una vez más. Ni cuando tuvo algo de juego, como en el primer tiempo, ni cuando, como en el segundo, compensó sus limitaciones a base de coraje y algunas gotas de calidad fue un equipo solvente en las dos áreas.

Mejor, pero insuficiente

El Sporting no fue capaz de defender la ventaja que había conseguido en el primer tiempo gracias a un error del rival. Burgui se ha atrevido a prescindir de un supuesto titular, como Amorebieta, en beneficio de Babin. Quizá tenga razón, porque Babin está jugando a un nivel aceptable, pese a sus limitaciones para sacar el balón. Meré, por otra parte, es una baza segura para ofrecer consistencia por el centro. Pero el Sporting es permeable por las alas, sobre todo la derecha, en la que Douglas no se anticipa nunca al rival y no hay partido en el que no incurra en unas cuantas frivolidades. El Espanyol no necesitó mucho para poner a prueba a un impecable Cuéllar y dejar un gol en sus redes.

Una limitación que condena

En cuanto al ataque, el Sporting es un equipo romo. Apenas remata. En el primer tiempo lo hizo en tres o cuatro ocasiones. En el segundo, cuando le iba la vida en ello, hubo que esperar al minuto 87 para ver un disparo a gol digno de tal denominación. Pudo haber, eso sí, otro, si Cop, en la boca de la portería, no hubiera fallado de forma incompresible una dejada de Canella que sólo reclamaba un empujón al balón. Los córneres que los rojiblancos lanzaron, así como algunos centros desde la banda, fueron fuegos de artificio, porque este Sporting tampoco tiene cabeceadores. Siempre queda Burgui como posible solución. Ayer estuvo a punto de aportarla in extremis, pero los rivales están demasiados prevenidos contra él para darle facilidades. Y sin goles a favor no es posible la victoria, para el Sporting esa quimera.

Víctor Rodríguez, un mérito

Víctor Rodríguez salió en el equipo inicial del Sporting y se esforzó en demostrar que lo merecía. Mientras le duró la frescura, o las fuerzas, tuvo intensidad e iniciativa y, lo que es raro en su equipo, ambición ante la portería. La suerte premió ese atrevimiento. Él fue quien en el minuto 37 forzó una falta frente al ángulo derecho del área españolista. Los blanquiazules le menospreciaron como lanzador y le colocaron una barrera de dos jugadores, creyendo que centraría en vez de lanzar a puerta. Para colmo, esa minibarrera de dos se abrió en el momento del disparo, con lo que el balón encontró libre la trayectoria hacia el primer palo, el que, en buena lógica, no cubría Diego López. Para el Sporting este gol, al final del primer tiempo, era oro puro. Pero no tardó en transmutarse en calderilla.

Baptistão da y quita

El alquimista que hizo el cambio fue Leo Baptistão, a quien Sánchez Flores sacó tras el descanso en sustitución de Caicedo. Baptistão había dado esperanzas al Sporting cuando hace menos de dos semanas le marcó un gol al Leganés en Butarque en el último minuto del partido. Pero, muy equitativo, lo que dio entonces, lo quitó ayer. Él fue quien en el minuto 54 desguazó a medio Sporting con una gran diagonal desde la banda derecha para acabar desmarcando a Gerard Moreno con un pase de gol que no desaprovechó.

El Sporting no se hundió

El gol pareció haber acabado con el Sporting, que durante unos minutos pasó por una de esas fases de menesterosa inferioridad en que tantas veces le han dejado en esta temporada unos rivales que, por más rápidos y con mayor calidad, parecían de un nivel superior. Pero esta vez no se hundió. Le sostuvieron los centrales y lo levantaron la calidad y la fuerza de Vesga y el coraje y el empuje de Sergio. Y trató de ir por el partido. Pero le faltó con qué. Y cuando pareció encontrar en Burgui el salvador esperado, Diego López se encargó de frustrar la ilusión.

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