La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De árbitros y horarios

Equipo y afición vuelven a ser un bloque sin fisuras

El Real Oviedo se merece un poco más de respeto de las altas esferas futbolísticas patrias por mucho que no haya avalado la recandidatura del ínclito Tebas a la presidencia de la Liga de Futbol Profesional (LFP). Si el trato que el equipo ha recibido por parte del estamento arbitral durante toda la temporada ya iba siendo malo, en las últimas jornadas ha llegado a niveles escandalosos, coincidiendo precisamente con el destierro del futbol en el Tartiere a la tarde-noche de los viernes, justo, ho casualidad de las casualidades, en el tramo clave y definitivo de la campaña.

Los errores considerados puntuales y humanos, abundantes y decisivos como en el partido de Vallecas, se acabaron en la soleada tarde de Tenerife. Ahí se dio un paso más, porque el colegiado gallego no se equivocó contra el Oviedo en aquel penalti que, a la postre, puede costar un ascenso. Ese árbitro, con antecedentes más que sospechosos, se inventó la pena máxima porque le traicionó el subconsciente.

Tenía tantas ganas de fastidiar a los azules que en cuanto atisbó la más mínima posibilidad de que hubiera un contacto en el área no pudo evitar tocar el silbato y señalar el punto fatídico. Por supuesto, tenía tan pocas ganas de pitar algo a favor del Oviedo que tanto él como un linier hicieron gala de una privilegiada vista de halcón para decretar que una falta a Toché, que en un primer momento parecía penalti como una casa, había sido fuera del área. No fue éste un acierto del árbitro. El que acertó fue su subconsciente. Esas irrefrenables ganas de que el Oviedo no puntuase. Si la falta llegase a ser dentro, la hubiera sacado igualmente fuera.

Tras el atraco en toda regla vivido en Tenerife, solo comparable al infringido en la promoción de ascenso contra el Caravaca, cuando el equipo se quedó con diez por expulsión de Curro al celebrar un gol que daba el ansiado cambio de categoría, el recochineo llegó a los pocos días del embarque isleño, cuando se anunció que el mismo trencilla había sido designado para arbitrar al "Divi" una semana después. El escándalo en las redes sociales posibilitó la rectificación.

A la acumulación de arbitrajes desfavorables, acogidos con notable aplomo por todos los estamentos del club, se le une la decisión de que el Oviedo dispute dos de los partidos claves para luchar por el ascenso a Primera en la tarde-noche de los viernes, con lo que se complica la afluencia de público al terreno de juego. Quizás alguien haya pensado que de esa forma se restaba el plus que supone para los azules el contar con una grandiosa afición que, cuando se enchufa, y ahora lo está, actúa realmente de jugador número doce. Craso error si ese era el objetivo. Después de lo pasado y de los golpes recibidos desde aquel ya lejano 2003, al oviedismo no lo va a parar un horario. Ni dos, ni tres. Y así quedó de manifiesto ya el pasado viernes, con más de 16.000 hinchas en las gradas del estadio de La Ería demostrando una vez más que la Segunda les queda cortísima.

Aunque ha restado puntos que podían ser claves, la injusticia arbitral y la horaria han servido para restañar las últimas heridas abiertas en el inexplicable final de la pasada campaña. Cuidado: equipo y afición vuelven a ser un bloque sin fisuras y así va a ser muy difícil que nadie consiga para a un Oviedo que va a luchar hasta el final por el ascenso, pese a quien le pese.

Compartir el artículo

stats