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Zidane sonríe con su problema

La suerte del entrenador del Madrid con el buen momento de forma de sus jugadores

Según los analistas del tema, el Real Madrid tiene un problema. El llamado equipo B, la segunda unidad, los que no son titulares habituales, o sea los que jugaron y deslumbraron en Riazor han presentado candidatura, otra vez, a la titularidad y en esta ocasión lo han hecho de forma coral, no individualizada como venía ocurriendo. Antes del primer minuto ya habían encarrilado el marcador a su favor y desde ahí un vendaval de buen juego, equilibrio y eficacia. Hay quien afirma que fue la mejor puesta en escena blanca en este ejercicio. Solo estaba del, llamémoslo así, primer equipo Marcelo. Un futbolista especial que atraviesa un momento de plenitud (olviden la interrupción que no supo hacer a Sergi Roberto, un lapsus importante, pero solo eso) y a caballo entre esos dos mundos: consagrados y meritorios.

Cada vez son más lo que califican de vacas sagradas a algunos integrantes de la primera unidad, cada vez también es más audible en el Bernabéu ese runrún que acompaña a los momentos más opacos del equipo: la sensibilidad del graderío no es acorde con los gustos de establishment. Zidane sonríe con la seguridad del que tiene bajo llave la piedra filosofal. Sonríe y emplea argumentos apabullantes. Perdió la sonrisa con el 2-3 de Messi pero ha vuelto al relato que traía hasta el día de autos, el de aquella alineación contemporizadora y el del error, tremendo error, en el descuento. Ahora se dice que tiene un problema con la irrupción de la segunda unidad: todos quieren ser titulares y todos pueden ser titulares. Por eso Zidane sonríe: bendito problema.

En temas más cercanos hay que lamentar el adiós de Camuel, un histórico del Oviedo que deja el recuerdo de su bravura y el estilo de los guardametas sin miedo a abandonar la sombra del larguero. Decidido, valiente y con ese punto de arrojo ante la duda. Sus escuderos por el centro, Vicente y Antuña, saben del tema.

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