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La fe y los guiños del destino

Hay otro tren en marcha que aprovechar; el Oviedo que se vio el sábado ante el Zaragoza puede ganar los tres duelos restantes

Hace ya tiempo que lo del Oviedo se ha convertido en una cuestión puramente de fe, nada a lo que, por otra parte, no esté acostumbrado el oviedismo. La fe es esa cosa que no se puede ver ni tocar, que consiste en creer y también un poco en desear. Vale que el deseo choca muchas veces con la razón. Vale que la fe choca muchas veces con la razón. Pero ya habrá tiempo de aquí a final de temporada de darle la enhorabuena a la razón cuando la tenga, si es que al final la tiene, que está por ver. El fútbol es irracional por naturaleza y, en los mundos irracionales, la fe es lo último que se pierde. O lo último que se debería perder.

El Oviedo lleva exactamente 43 días sin ganar. Y ya se sabe que no es lo mismo estar 43 días sin ganar en octubre y noviembre que estar 43 días sin ganar en abril y mayo. De los últimos seis partidos, el equipo de Hierro ha perdido tres y ha empatado otros tres. Tres puntos de 18 en esa fase de la temporada en la que se decide todo. Hierro lleva en este último tramo un botín inferior al de su antecesor en el banquillo. ¿Pero es que acaso no es irracional que, con tan pobre bagaje, el Oviedo esté a menos de un partido de meterse en el play-off? ¿No es eso irracional? Tan irracional como un empate, el del sábado ante el Zaragoza, que por juego, por oportunidades y por empuje, debió ser indiscutiblemente una victoria azul. Y una victoria azul bastante holgada.

No va esto de vender ninguna moto. A estas alturas de temporada, cada uno que crea lo que quiera. Pero ocurre que las irracionalidades también se pueden (se deben) aprovechar. ¿Cómo? Primero teniendo fe, que es lo último que se debería perder.

Porque, a ver: el Oviedo lleva mes y medio haciendo méritos para alejarse del play-off. Y cuantos más méritos hace para eso, cuantos más gatillazos acumula, más se empeñan sus rivales directos (Huesca y Valladolid) en mantenerlo enganchado. Miren lo de ayer en Miranda de Ebro: en el minuto 37 de partido, el Valladolid se pone 0-2 con un penalti que supone la expulsión del meta del Mirandés. Y con un jugador más y una hora por delante de partido, con la oportunidad de dar una zancada clave en su lucha por play-off, el Valladolid no sólo se deja llevar sino que se empata él mismo con un gol en propia en el descuento.

Como si fuera un guiño del destino, como si hubiera por ahí pululando algún intangible empeñado en mantener vivo el sueño azul (o simplemente por lo irracional que es el fútbol), el empate del Mirandés dibujó otra semana en la que se impone volver a tener fe. El sábado juegan el Valladolid (que recibe al Getafe) y el Huesca (que recibe al Lugo). Getafe y Lugo, dos huesos. El Oviedo visita el domingo, un día después, al Córdoba. ¿Y si vas a Córdoba, ganas y pasas a depender de ti mismo? ¿No quedamos en que el fútbol es irracional?

El Oviedo que se enfrentó el sábado al Zaragoza, que empujó tanto como su afición, puede (y debe) perfectamente ganar en Córdoba, por muy mal que se le de al conjunto azul los partidos fuera de casa, el gran lastre de este año. Esa versión del Oviedo, indesmayable y aguerrida, puede fácilmente ganar después al Sevilla Atlético y al Elche y hacer pleno: nueve de nueve. Tener fe es pensar así, saber que por ahí hay vida y que esa vida, esa oportunidad que se vuelve a abrir, se debe vivir y aprovechar hasta el final. Es hora de creer.

Ya habrá tiempo de preguntarse por qué el Oviedo que se vio el sábado ante el Zaragoza no se vio en tantos otros partidos; por ejemplo en Lugo, en Vallecas o ante el Alcorcón; ya habrá tiempo de preguntarse por qué Hierro hizo los cambios que hizo en Tarragona o por qué Linares no salió un poco antes el sábado. Ya habrá tiempo de todo eso, pero en marcha hay otro tren que vuelve a pasar y que, visto lo visto en esta categoría, cogerá a quien tenga más fe. Porque, a veces, creer es ganar.

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