Los equipos que se hacen grandes en las eliminatorias son aquellos capaces de superar las adversidades y cambiar el guión de los partidos. Y el OCB, así, con mayúsculas, fue ayer un equipo muy grande.
Para empezar, logró superar sus inconsistencias defensivas del viernes. Cuando se mueven los pies, en lugar de las manos, y se hace con anticipación a los movimientos ofensivos, el resultado suele ser mejor. Y además cuesta menos faltas personales. Cuando se entregan menos balones al contrario en ataque, más fácil es cerrar las transiciones sin bandejas rivales. Para completar la contención, Barro y Sonseca fueron unos tigres en el rebote.
En ataque, Marco supo tirar a la basura el primer esquema y buscar otro. Con los exteriores incapaces de obtener situaciones de ventaja y ansiosos y negados en el tiro (excepción hecha de Santana, fabuloso partido el suyo delante y detrás, como contrapunto a un extrañamente nervioso Dani Pérez), el técnico local sacó el libro de los clásicos: balones a Sonseca para que éste distribuyese o se la jugase según llegaran o no las ayudas. La "pared" con Santana tras el saque de fondo habla por sí sola de la calidad del veterano pívot. Marco tampoco dudó en jugarse los últimos minutos sin Löfberg en cuanto percibió en el sueco el mismo desacierto que costó buena parte del primer punto. Un merecido triunfo contra las adversidades.
