Que corra el aire. Tras dos campañas en Segunda, el Oviedo necesita abrir las ventanas de par en par para despejar un ambiente enrarecido que nada ayuda a conseguir el ansiado ascenso. Y esa ventilación tan urgente pasa por una remodelación en profundidad de la plantilla, a fin de iniciar un nuevo proyecto que enganche a una afición que tanto necesita volver a ilusionarse. Buena parte de la columna vertebral de este equipo viene de Segunda B y ha demostrado ya cuál es su techo. Por tanto, se impone agradecer los servicios prestados, ajustar la cuenta y adiós muy buenas. Por lo que concierne al entrenador, tampoco parece que Fernando Hierro sea el técnico más adecuado para llevar a la nave azul a Primera. La temporada ha sido decepcionante. Y el problema no ha estado en los pequeños detalles del fútbol a los que el malagueño se venía refiriendo de manera recurrente hasta darse cuenta, a falta de tres partidos para el final y ya fuera de la promoción, de que la plantilla carece de carácter y que así es imposible. El problema del Oviedo ha sido de juego, porque, habrá que reconocerlo, ha sido malo o muy malo la mayor parte del campeonato. Solo una fenomenal pegada, con Toché en racha, permitió estar en los puestos nobles de la clasificación. Bajó la efectividad y el equipo se diluyó.
No hay tiempo que perder. Conviene no dormirse. Hay que decidir cuanto antes quién va a encabezar el proyecto y cerrar jugadores con el hambre necesaria para el reto del ascenso. Y en caso de que ese no sea el objetivo, dígase claramente. La cúpula del club también debe sumarse al nuevo proyecto con una mayor transparencia y más empatía hacia la afición. Los silencios prolongados y la falta de explicaciones son goles en contra, como también las mentiras y la creación de falsas expectativas.